Cuando entré en mi recién alquilada casa
americana y me di cuenta de que ni el salón, ni la sala familiar, ni el
despacho tenían un solo punto de luz me quedé puesta. Apliques, óculos,
lámparas o un simple cable con una bombilla colgando brillaban por su ausencia, tanto en
el techo como en las paredes. El resto de las habitaciones tenían iluminación pero en las zonas sociales, nada de nada y, para más recochineo, sí que había un interruptor. Nunca había visto algo así
en ninguno de los países en donde he vivido.
Pensando y pensando me di cuenta de que en las películas americanas siempre hay muchas lámparas y luces indirectas que dan a las estancias un ambiente hogareño y acogedor y me dije: “¿no será que el interruptor está ligado a algún enchufe y cuando lo enciendes se activa la lámpara conectada a ese enchufe?”. Admirada de mi capacidad deductiva, cogí rápidamente la lámpara de pie del salón que acababa de desembalar, metro y medio de luminaria de bronce, para ir probando enchufe por enchufe. Conecté la lámpara, la encendí, fui al interruptor: si se apagaba, mi teoría quedaría finalmente demostrada. No se apagó. Otra toma de corriente: enchufé la lámpara, la encendí, accioné el interruptor... no se apagó … Conté que había un total de 20 enchufes, ¿y si partía de una premisa equivocada?
Con creciente desánimo decidí seguir: enchufé, encendí, accioné; enchufé, accioné, encendí… Se apagó la lámpara ¡eureka!. En carrera triunfal (ya resonaban clamores en mi cabeza) fui al estudio con mi “lamparita” de bronce a descubrir cuál era el enchufe vinculado al interruptor. Allí sólo había 8 tomas; acabaría pronto. Pero ninguna toma estaba vinculada al interruptor. Seguro que había hecho algo mal. Volví a empezar.¡Nooooo! Derrumbada, me fui a la sala familiar. Ahí teníamos la casuística más completa: en el techo no había luces, en las paredes no había apliques y no había interruptor por ninguna parte. ¡Qué fracaso de experimentación científica!
Recordé este episodio el otro día, al hablar de mi búsqueda por los "garage & estate sale" de lámparas de pie con las que suplir la ausencia de luz central. Una vez solucionado el tema de la iluminación, lo olvidé a pesar de que en su momento me llegó a desesperar. Tenía prisa por instalarme y empezar cuanto antes con normalidad mi vida en este nuevo puesto. Tenía prisa porque mi casa fuera mi casa, como en el poema de Luis Rosales “La casa encendida”. Es solo un pequeño detalle, tal vez absurdo y sin importancia, que se me vino a la memoria el otro día, pero de eso va este blog, de lo que me deja puesta en los puestos, ¿no es así?
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