En Gijón, cuando yo era pequeña y
queríamos comprar algo fuera del horario comercial habitual íbamos al drugstore (lo pronunciábamos “dragstor”). Jamás me planteé que esa
palabreja pudiera tener significado alguno. Sonaba a inglés, es verdad, pero si
me hubieran dicho que en realidad quería decir farmacia habría pensado que me
querían vacilar. Allí comprábamos comida, regalos, libros o nos tomábamos algo.
Su mayor ventaja era que abría hasta las 2 de la mañana, los sábados por la
tarde y los domingos y eso era todo un lujo en aquel momento.
Pero cuando vine a Estados Unidos me di cuenta de que las drugstores de este país se parecen muy poco a nuestro concepto de farmacia y se acercan un poco más a aquella galería de mi infancia. Las cadenas Walgreens, CVS o Rite Aid a las que yo suelo ir cuando tengo que comprar algún medicamento son una especie de supermercados enormes donde encuentras infinidad de anaqueles atiborrados de medicinas para las que no necesitas receta médica, una sección atendida por dependientes para medicinas con receta y montones de pasillos con todo tipo de artículos de belleza o de regalo, secciones de comida, revistas, laboratorio de fotografía, venta de tabaco…
Prácticamente todos los supermercados de
este país venden medicinas que pagas en la caja junto con la leche y la carne.
Pero si lo que tienes es una receta médica, la cosa cambia y comprar tu
medicamento es el mayor de los rollos. En primer lugar, los dependientes son
lentos, muy lentos; en segundo lugar, tienes que dar todo tipo de información
personal respondiendo a una serie de preguntas interminables; en tercer lugar
no te la despachan inmediatamente sino que te dicen que vuelvas en un cierto
tiempo a recoger tu pedido; en cuarto lugar, no tienen ni idea de lo que te
están vendiendo y su único interés es cumplir un protocolo de ventas que les
evite unos posibles problemas legales y, por último, si no
tienes seguro, los precios son alucinantemente abusivos. Lo único bueno es que
te venden las cantidad de medicina exacta que necesitas para tu tratamiento, ni
una píldora más ni una menos.
Pero todo esto lleva a situaciones
absurdas. No intentes comprar suero fisiológico porque no entra dentro del
listado de “medicamentos” sin receta; pasarás un calvario y no lograrás
convencer al dependiente de que lo necesitas para limpiar los ojos de un niño o
para descongestionarle las fosas nasales si está acatarrado. Es más, te
empezará a hacer preguntas cada vez más específicas sobre cómo lo utilizas en
tu hijo y llegarás a temer que te denuncie
a los servicios sociales y te acaben quitando la custodia del niño.
En ningún país del mundo he visto en
televisión mayor cantidad de anuncios de medicamentos, de nombres impronunciables
y para enfermedades que no había oído nombrar en mi vida. Basta conectar la CNN,
esperar a un intermedio y se podrá comprobar lo que digo. Una auténtica
incitación al consumo de medicamentos en un país que sufre una verdadera epidemia de heroína y opiáceos consecuencia de la adicción a los analgésicos.
Todo empieza con un dolor de espalda, de
muelas o algo similar. El paciente va al médico y le receta un opiáceo, lo más
potente para evitar el dolor. Al enfermo le gusta, se engancha, pide más y el
médico, para no perder un cliente, se lo sigue recetando. Hay estudios que
demuestran que una tercera parte de las personas que consumen opiáceos durante
un mes se engancha. Cuando el médico les cierra el grifo de las recetas acuden
al mercado negro a conseguir heroína. Esto ha provocado que cada día mueran en
este país 91 personas por sobredosis, generalmente jóvenes, blancos, de bajo
nivel cultural, pocos recursos y procedentes de los Estados más pobres del
país, como Virginia Occidental, Tennessee o Alabama aunque, también más al
norte, nuestro querido Maryland ha declarado recientemente el estado de
emergencia para lidiar con este problema. Auténticos drogadictos generados por
los servicios sanitarios del país a los que los médicos no saben hacer frente.
Drogadicción de Estado. Se dice pronto.
Y que a una española le deje puesta esto
tiene especial delito porque España, lamentablemente, es el segundo país que
más medicamentos consume del mundo, por encima incluso de Estados Unidos.
También se dice pronto.
Post-post:
Cristina, va por ti.
Foto viñeta: Flickr
madre mía, no sabía que consumimos tantas medicinas, y quién va delante? que miedooo
ResponderEliminarFrancia. Y sí, Lucía, aterrador.
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