Todos los días, el High School de mis hijos emite, a segunda hora, los morning announcements. Son una serie de mensajes por megafonía que recuerdan las actividades más importantes del día o de la semana, avisan de fechas límite, promueven la participación estudiantil en cualquier acto o publicitan los apoyos que el colegio brinda a los estudiantes. Paralelamente, los padres recibimos por correo electrónico (también a diario) tanto esas píldoras informativas como otras que difunde la dirección del colegio sobre temas variados: becas, prácticas, cursos complementarios, trabajos remunerados, visitas de universidades, voluntariado… Tanto mensaje llega a abrumar, es cierto, pero me gusta echarles un vistazo rápido y no puedo evitar maravillarme ante la inmensa oferta de actividades que tiene a su alcance esta generación de estudiantes.
Entre todos esos correos electrónicos estaba, hace cosa de un mes, uno que daba a conocer un evento que organizaba una alumna de 16 años. Convocaba a una Cumbre de una organización sin ánimo de lucro llamada Girls who Start (Niñas que empiezan) de la que ella es cofundadora y que busca inspirar a las chicas para que se conviertan en emprendedoras y líderes. Quise saber un poco más y me metí en la página web. Vi que se trataba de un programa de medio día de duración hecho por y para jóvenes, bien estructurado y mejor diseñado. Daba a las estudiantes la oportunidad de escuchar historias y consejos de una serie de mujeres emprendedoras que estaban al frente de empresas de diferentes sectores. Entre ellas habían conseguido que participara la propia Elle Macpherson, supermodelo, emprendedora y madre.
Me pareció interesante y animé a mis dos hijas, de 13 y 17 años, a que asistieran. Podía ser una buena oportunidad de entrar en contacto con un mundo muy ajeno al que ellas ven en nuestro entorno más próximo, donde el emprendimiento empresarial brilla por su ausencia. Era totalmente gratuito y se celebraba en el bonito barrio de Georgetown. Una buena forma de que pasaran la mañana de un sábado. Y, para mi sorpresa, les atrajo la idea y se apuntaron.
Allí fuimos este fin de semana. El empaque del edificio en el que tenía lugar la reunión, la joven que te recibía a la entrada, las que registraban a las asistentes, las que entregaban las carpetas con el programa del día… todo lo que yo pude ver al acompañar a mis hijas a la entrada estaba perfectamente previsto, planificado y desarrollado. Había unas doscientas asistentes, desde estudiantes de 7º curso hasta universitarias. Tras dar sus datos y una vez comprobada su inscripción previa (el evento había colgado el cartel de completo desde hacía tiempo y había una buena lista de espera) mis hijas desaparecieron entre la multitud. Tras numerosas ponencias y talleres con un descanso para la comida (que estaba incluida y que ofrecía menús alternativos para las alergias), volvería a buscarlas. Tenía ante mi cuatro horas estupendas para pasear por Georgetown en plena eclosión primaveral, horas que pasaron demasiado rápido, todo hay que decirlo.
En este bonito edificio de Georgetown tuvo lugar la Cumbre |
Me deja puesta que una niña de 16 años tenga la iniciativa y la capacidad de organizar un evento de estas características con tal grado de profesionalidad. Que consiga financiación y apoyo en un mundo de adultos, porque a la vista estaba que no era un acto de bajo presupuesto. Que se gane la confianza de todos y que consiga que crean en ella. Que busque inspirar a otras jóvenes de su misma edad con casos reales y con protagonistas de mayor o menor éxito. Y, sinceramente, me alegro de que su evento haya sido un éxito
Mis hijas salieron cargadas de regalos de los patrocinadores y estuvieron hablando largo rato de las distintas anécdotas que escucharon de las ponentes, de por qué hay menos mujeres empresarias y de si es debido a que no confiamos en nosotras mismas o a que los demás no confían en nosotras. Y yo pensaba en que las verdaderas emprendedoras en este evento habían sido las muchachitas que lo habían organizado, que se habían empeñado en sacar adelante esa empresa para que otras niñas como ellas se animaran a acometer las suyas. Pensaba en que esas niñas seguramente llegarían lejos y que es estupendo que en plena adolescencia se entusiasmen con proyectos de este tipo y que el entorno en el que viven las apoye para hacerlos realidad. Porque ese respaldo de una sociedad que colabora con los proyectos de los demás gustosamente, en la medida de sus posibilidades y que rara vez se desentiende, no lo he visto en ninguna parte como en Estados Unidos. Forma parte de los valores de este país, cultivados desde la niñez, en casa y en la escuela, y me encanta. ¡Enhorabuena a todas las emprendedoras!
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