Y llegó el gran día. Este fin de semana fue la prom de mi hija mayor. Tal vez debiera decir la PROM, con mayúscula, porque, a ver ¿es o no es el summum de la educación secundaria norteamericana? ¿Acaso alguien no ha visto en las películas americanas esa fiesta en el gimnasio del colegio donde van con sus parejitas los graduandos de High School, ellas de largo, ellos de smoking, a bailar y beber ponche sin alcohol, bajo la atenta mirada de los profesores? La explotación cinematográfica de la prom (con el típico gordito que saca a bailar a la más popular de las chicas tratando de quemar el último cartucho al son de la banda de rock del colegio o con la elección de los reyes de la promoción, como algunos de los momentos cumbre) ha alimentado las fantasías de muchos adolescentes de buena parte del mundo y es algo que todos los años se repite en los High schools de Estados Unidos.
Este año he podido comprobar que cuando un estudiante de High School comienza su último curso o senior year todo gira entorno a la graduación. En realidad no consiste en uno, sino en dos hitos fundamentales: la prom y el graduation day. La primera es la celebración social, es decir, la fiesta, y en el colegio de mis hijos se celebra todos los años a primeros de mayo, cuando ni siquiera los alumnos han acabado las clases ni tienen las notas de final de curso. El segundo, que tendrá lugar el mes que viene, es el solemne acto académico donde los profesores entregan el título a los alumnos ataviados con la clásica toga y birrete como símbolo de haber logrado concluir satisfactoriamente sus estudios preuniversitarios.
Ambos actos se organizan desde principios de curso y rara es la semana en que no se toque el tema de alguna manera, ya sea entre los alumnos o entre los padres, que también acabamos haciendo lo nuestro. El High School de mi hija supera los 2.000 alumnos y de él se gradúan todos los años más de 500 jóvenes. Así que no es de extrañar que desde la primera semana de colegio empezáramos a recibir mensajes que nos convocaban a diferentes sesiones informativas o que nos animaban a realizar donativos y a participar en actividades para recaudar fondos. Los chavales, por su parte, eran convocados para las sesiones de fotos, la toma de medidas de las togas y los birretes, el pago de las senior dues; para las reuniones explicativas de cómo debían ser los discursos, para la explicación de los códigos de conducta tanto en la prom como en la post-prom, para las audiciones de los oradores, para los ensayos de la graduación o para el picnic tradicional, el último gran evento de la promoción como conjunto antes del acto solemne con el que termina su vida escolar. Un sin parar de actividades adecuadamente dosificadas que van cumpliendo sus objetivos a la vez que hacen crecer en los seniors la ilusión por el gran día.
Por supuesto, para la prom, que se celebra en un gran salón de algún hotel, el vestido es lo fundamental entre las chicas. Por lo que yo he podido observar, tener el modelito elegido y colgado en el armario produce más alivio que haber terminado los exámenes. Es más, casi podría sostener que si las chicas dedicaran a las asignaturas de física o de matemáticas el mismo tiempo e interés que a su vestido posiblemente la brecha de género en las carreras STEM no sería tan profunda. Una vez resuelto ese tema, otros pasan a dominar la agenda: el grupo con el que se va a ir, dónde quedar para arreglarse, en qué casa se junta la pandilla una vez acicalados, qué entorno elegirán para hacerse las fotos o si tienen presupuesto para alquilar una limosina o un party-bus que les lleve de un sitio a otro, al hotel y al segundo gran evento de la noche: la post-prom.
La fiesta después de la fiesta empieza después de la celebración formal en el hotel y es el momento más temido por los padres y las autoridades por los riesgos que puede entrañar para los adolescentes, principalmente por el consumo de alcohol o drogas en fiestas particulares o por los accidentes de coche bajo los efectos de estas substancias. Así que, desde 1992, nuestro condado de Montgomery y la mayoría de los colegios superiores adscritos organizan la llamada post-prom con fondos donados por los padres y por los negocios de la zona. El objetivo es organizar fiestas tan atractivas y divertidas que los chavales no sientan la necesidad de alquilar un local, beber alcohol o hacer otras cosas que los padres no queremos ni imaginar. Así que de 1:00 a 4:30 de la mañana la fiesta se traslada al gimnasio del colegio, convenientemente transformado, decorado y con todo lo necesario para una gran noche: casino, discoteca, hinchables, barra libre de comida y bebida (sin alcohol), chill out… completado con rifas de suculentos premios que van in crescendo a medida que avanza la noche. El personal administrativo, los profesores, los padres voluntarios, la seguridad del colegio… todos están allí (y unas patrullas de la policía del condado haciendo guardia en el exterior también) velando por que sea un éxito y que cada año supere su record de participación, que ya ronda el 98% de los graduandos. Verdaderamente es una noche magnífica que los vuelve protagonistas antes de abandonar el colegio que les ha dado las herramientas para entrar de lleno en la vida adulta.
Post-post:
En inglés, los que se gradúan al mismo tiempo no forman una promotion sino una “class” o “year”. La palabra prom es un acortamiento de promenade que, para los británicos de finales del siglo XIX significaba no solo pasear (acepción que se conserva hoy en día) sino también “bailar en parejas cogidos de la mano”. A pesar de lo que hayan mitificado las películas americanas, no hace falta una pareja del otro sexo para ir a la prom ni que el muchacho le regale a la chica el bonito corsage o pulsera de flores. Cada senior puede invitar a un acompañante y lo habitual es organizarse entre la pandilla para que todos puedan asistir en cualquier combinación posible: chico invita chica, chica invita chico, chico invita chico o chica invita chica. Algo mucho más acorde con estos tiempos y, sobre todo, mucho más divertido.
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