Los fritos de pollo que me estaba
comiendo estaban buenos, un poco secos, pero buenos. Estábamos en Nueva Orleans
dando buena cuenta de los aperitivos en la celebración de la boda de mi amiga
Ana y los camareros no daban abasto. Un invitado que estaba a mi lado preguntó
por el contenido de la bandeja que yo acababa de atacar y que, para mí, saltaba
a la vista que eran “nuggets” de pollo, y el mozo le contestó: “lagarto”. Ya os podéis imaginar cómo me quedé.
Cuando se trata de comer seres vivos, en
Estados Unidos nada parece lo que es: el pescado te lo sirven en porciones
cuadradas o triangulares, las gambas no tienen cabeza, patas o intestinos, el
pollo siempre está despiezado y tiene un rebozado de un centímetro que oculta
su humilde naturaleza, los cangrejos gigantes no tienen caparazón y solo te
venden las patas… Si a una mesa de americanos estándar le sirves un pescado a la espalda,
con sus agallas, espina y cola y, además,
en su punto de horno, que es como está bueno, como mínimo se les transformará la
cara. Las costillas de cerdo a la barbacoa son típicas de Estados Unidos, pero ponles un
cochinillo lechal en plato de barro, enterito, tal y como te lo pueden
presentar en Segovia y si hay niños en la mesa empezarán a hacer pucheros
horrorizados.
Además, en Estados Unidos, tampoco las
cosas saben a lo que son. Los paladares americanos disfrutan más cuando hay
muchas especias o ingredientes que disfracen los sabores originales. Llámalo kétchup,
salsas de carne, aderezos para ensalada, da igual. La oferta de sabores de pan
rallado e incluso de croutones o picatostes
(ajo, mantequilla, beicon, finas hierbas, queso, curri, chile…) es alucinante y
todos consiguen el mismo resultado: ocultar la realidad de tu ingesta.
Como española acostumbrada a nuestras
hermosas, coloridas y bien provistas pescaderías, ya estés en la costa o en
cualquier pueblo de secano, me deja puesta la tristeza de las pescaderías en
este país. Todo está fileteado, previamente descongelado y si no es por el
cartelito es imposible saber cuál era el pez original. Aquí sí que empiezo yo a
hacer pucheros. Y a día de hoy no termino de entender cómo un país con
tantísimos kilómetros de costa, con tal diversidad climática y acuática y que
podría ser tan rico en piscicultura tiene unas pescaderías tan pobres.
Pero es que Estados Unidos importa más del 90% del
pescado que consume, principalmente gambas y luego, de lejos, salmón y atún
enlatado. Y lo curioso es que lo pescan los barcos americanos, lo exportan para
ser procesado y luego lo vuelven a comprar para el consumo. Con lo cual no es de
extrañar que los filetes de pescado estén tan mustios. Más bien están agotados.
Tal vez por ello los americanos comen tan poco pescado: cuatro veces menos que ternera o pollo
o ¡40 veces menos que lácteos! Y eso sí me lo creo. Lo he visto en infinidad de
ocasiones desde mi más tierna infancia. Ya los niños protagonistas de la serie
“Con ocho basta” (“Eight Is Enough”) abrían su enorme nevera americana, sacaban
una botella de leche descomunal de tamaño galón, y así, con la puerta abierta y a morro,
le metían un buen viaje. Y a mí eso me fascinaba en igual medida que
horrorizaba a mi padre, que ponía la misma mueca que podría poner el padre
americano si me viera succionar la cabeza de una gamba.
¿Probaste los nuggets de aligátor finalmente? Yo después de comer ancas de rana con sabor a pollo seco te animo a ti a comer el cocodrilo, jajaja. He visto un reportaje de las piscifactorías en varios países asiáticos que sirven de proveedores a los USA, una barabaridad.... Disfruta de lo bueno que en nada estas de vacaciones en Asturias y te pondrás las botas.
ResponderEliminarSí, lo probé; era lo que pensaba que sabía a pollo seco. Nada especial porque todo sabe igual. ¡Qué ganas de volver a la tierrina para que las cosas vuelvan a saber a lo que son! Besos.
EliminarNo saben comer, tienen miles de sellos, pagan mal las facturas, construyen con madera, reciclan fatal, etc etc. Eva vuelveeee, jeeee. Si vienes avisa para un café. Muaaa
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