Uno de los actos que más me gustan cuando
estamos fuera de España son las International
Nights de los colegios de mis hijos. Ya fueran a colegios privados con
alumnado mayoritariamente extranjero y con una proporción más o menos grande de
estudiantes locales, o a colegios públicos, como es el caso de Estados Unidos,
con un alumnado principalmente local y una buena representación de
estudiantes extranjeros, en todos ellos esa noche suele ser un gran
acontecimiento. Una ocasión magnífica para mostrar la diversidad y la
integración en los centros escolares y para aprender de otras culturas y
países. Y no creo que falte a la verdad si digo que lo disfrutamos más los
padres que los alumnos, que también gozan lo suyo con ese buffet libre de
comida internacional y con las actuaciones de sus compañeros.
En lo que a gastronomía se refiere,
sinceramente no creo que haya ningún otro sitio donde comer mejor y con unas
explicaciones tan completas, si es que las pides. Todos queremos ofrecer la
mejor imagen de nuestro país, ninguno hacemos negocio con ello; todos nos
esmeramos cocinando nuestros platos más típicos y estamos encantados de contar
a los que se acercan a degustarlos los ingredientes que tienen, en qué momento se
comen o cuál es la mejor manera de hacerlo; todos nos alegramos si alguien dice
que probó ese plato en unas vacaciones en tu país o que planea viajar a tu
tierra y quiere hacerse una idea de lo que le espera. Unos se visten con sus
trajes típicos y llevan cuanto material hayan conseguido para servir de
escaparate de su país, otros dan apasionadas explicaciones que son mucho más
informativas que las de cualquier documental de televisión. Anthony Bourdain,
el famosísimo chef y estrella televisiva de la CNN, debería dedicar uno de sus
programas a las International Nights de
los colegios americanos y estoy segura de que dejaría puesto a más de uno.
El papá etíope te dice que si quieres
tener una idea de lo que será estar en el cielo tienes que probar su injera (una especie de tortita esponjosa) con varios wat o estofados porque es lo que allí
comerás. La mamá coreana se ha desvivido preparando montones de platos de los
que solo reconoces el Kimchi, esa
especie de verduras fermentadas y especiadas. De los impresionantes puestos
chinos, el clásico cerdo agridulce y la ternera con bambú y setas chinas de los
restaurantes de mi infancia brillan por su ausencia; en su lugar hay montones
de platos de nombres impronunciables y sabores sorprendentes. Irán hace
despliegue de su variadísima gastronomía y México afirma su poderío a golpe de
platillo y botana. De repente te sorprendes repitiendo de los puestos de Líbano
y Grecia y te das cuenta de lo que une el Mediterráneo.
En el High
School de mis hijos mayores somos varios españoles y entre todos hicimos un grupo
muy apañado. En el Middle School de
la pequeña la tarea de representar a la patria recayó por entero en nosotros lo
que en ningún momento debería suponer menos calidad sino más trabajo. Y ahí nos
arremangamos y dimos el todo: 4 litros de gazpacho, un centenar de croquetas, 1
paella marinera, 4 tortillones de patata, 1 bandeja de arroz con leche y una
tarta de Santiago intentaban dar una representación de nuestra gastronomía. La
guitarra española, las castañuelas, el botijo, las latas de aceitunas, el
aceite de oliva y el vinagre añadían colorido. Y la familia al completo vestida
de sanfermineros (lo más fácil de conseguir como uniforme) dábamos las
explicaciones requeridas, desde si las corridas de toros eran de verdad o una
ficción al estilo de los espectáculos de lucha libre (wrestling), hasta si las croquetas eran kosher o respetaban las prescripciones del judaísmo. Por supuesto,
la paella (pronunciada como payeya,
paela, palela… a gusto del consumidor) fue lo primero en desaparecer, no
solo de nuestra mesa sino de todo el recinto. Es, sin duda, el plato rey de
nuestra gastronomía identificado por todos por su color amarillo y su sartén
redonda, al más muro estilo de los emojis.
Pero una de las cosas que más tristemente me sorprenden de este tipo de eventos es que si bien todos nos convertimos en los
mejores embajadores de nuestra patria, nunca he visto una representación del
país anfitrión. Estados Unidos brilló por su ausencia en las dos Internacional Nights de esta semana
culinariamente, artísticamente y en asistencia de padres y alumnos. Como si
fuera un evento hecho por y para internacionales, ajeno al país que nos acoge,
Y eso es algo que ya no me parece tan inclusivo y tan integrador. No sé si es
por su desinterés en nuestras culturas o por nuestra falta de interés en
atraerlos hacia ellas pero es una pena, en cualquier caso, que el país que nos
acoge no monte un puesto.
El proximo curso os quiero vestidos de asturianos. Que guapo, Eva, yo tambien empezaria por vuestra paella y el arroz con leche, que tenia una pinta...
ResponderEliminarYa me gustaría que todos tuviéramos los trajes de asturianos, ya. ¡Vaya lujo!
EliminarGran idea pero muuuucho curro imagino, debería hacerse aquí también en los colegios.
ResponderEliminarTodo es ponerse, Lucía. El colegio solo presta los locales y un profesor o la Asociación de padres y alumnos coordinan. El trabajo es voluntario, cada quien en la medida de sus posibilidades. La dificultad es que en España solemos ver lo que da trabajo como un problema. Y esto sí da trabajo, es cierto.
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