No, no es nuestra casa, pero ¿a que es bonita? |
Llegamos a casa tras nuestras vacaciones
y todo estaba en orden. Mejor que bien. Unos amigos que venían a vivir a
Estados Unidos la habían ocupado en tanto alquilaban su propia vivienda y les
llegaba su mudanza y la casa no había estado en ningún momento desocupada. No
tuvimos que tomar las medidas de seguridad de otras veces como dejar
temporizadores para que las luces se encendieran a ciertas horas o suspender durante nuestra ausencia la suscripción al periódico matutino. La casa había seguido su rutina habitual
y hasta vino un jardinero a cortar el césped para
que el jardín no diera sensación de abandono.
Vivimos en un barrio muy seguro donde
nunca pasa nada, donde las puertas de los garajes se dejan abiertas buena parte
del día franqueando el acceso a la vivienda y a su contenido, donde las
bicicletas de los niños duermen apoyadas en los árboles y donde a las puertas
de las casas no se les echa el cierre. Las casas de los barrios residenciales
americanos no tienen vallas ni muros que delimiten la propiedad y hagan de
barreras. Las puertas del exterior de las viviendas no son blindadas (casi son
puertas como de cuarto de baño) y suelen tener a cada lado unas ventanas
alargadas verticalmente que dan luz al recibidor pero que se pueden romper con
un puñetazo no muy fuerte permitiendo meter la mano y acceder tranquilamente a
la manilla interior.
Todo ello crea una sensación de seguridad
que hace parecer superfluo el tomar medidas disuasorias para los ladrones. Pero
líbrete el cielo de no hacerlo: la asociación de propietarios, la HOA, no
tardará en ponerse en contacto contigo y amonestarte, porque la seguridad de
todos depende de lo que haga cada vecino y de su actitud vigilante. En muchos
barrios, de hecho, se cuelgan unos carteles que me encantan para avisar a los
forasteros, al más puro estilo de las películas de espías. Es obligación de
todos evitar que pasen sucesos desafortunados y entre vecinos hay que ayudarse.
Si ves un coche extraño al vecindario parado por un tiempo poco normal ante una
casa deberías averiguar qué pasa. A una amiga a la que le gusta
hacer las despedidas largas su marido le
ha dicho que no vuelve a ir a buscarla a ningún sitio porque está harto de
esperar en el exterior y que los vecinos salgan en actitud intimidante a
averiguar quién es y por qué está ahí aparcado.
Como el alumbrado público es muy
insuficiente en estas zonas residenciales, al anochecer hay que encender las
luces del exterior de las viviendas para evitar áreas de penumbra. Los que van
a pasear por la noche o a sacar a los perros a hacer sus necesidades antes de
acostarse lo agradecen y el no hacerlo
ciertamente no te granjea las simpatías de tus vecinos. Si, además, las tienes
encendidas, cualquier vecino puede ver si hay algún movimiento extraño en tu
propiedad y actuar en consecuencia. Las casas de tu calle, que parecen vacías y
que no dan la impresión de movimiento interior alguno, resulta que tienen
cientos de ojos que velan por tu seguridad.
La primera vez que nos fuimos de viaje
durante una semana nos fuimos tan tranquilos. A nuestro regreso nuestra vecina
nos avisó muy correctamente de que no habíamos puesto el correo en “hold”, se nos había llenado el buzón de
cartas y eso podía atraer a ladrones al vecindario. ¿Que no había puesto el
correo en dónde? Me quedé puesta. Ahí me enteré de que si vas a estar más de
tres días ausente de tu casa es tu obligación como vecino ponerte en contacto
con el servicio postal de Estados Unidos y programar un USPS Hold Service, es decir, que el servicio de correos retenga
toda tu correspondencia durante el tiempo que vayas a estar fuera y la entregue
toda junta a tu regreso. Un servicio totalmente gratuito que puedes hacer telefónicamente
o por internet.
Esta vez no me hizo falta programarlo.
Nuestros amigos recogieron a diario el correo y el buzón no se desbordó. Creo
que mi vecina está contenta. Al menos, cuando la saludé al día siguiente de
nuestra llegada, fue muy afectuosa cuando nos dijo “Welcome back!”
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