lunes, 29 de octubre de 2018

Universitas universitatis

Cuando mi hija mayor estaba en la mitad de su segundo año de High School (tenía 15 años) llegó por correo a su nombre una carta con sello, matasellos y el emblema de una universidad. Como despertó mi curiosidad esperé con impaciencia a que llegara a casa después del colegio y apenas entró en el recibidor se la enseñé y le dije que la abriera. La leyó sin modificar el semblante (algo muy propio de su carácter adolescente), me la tendió y se fue a la cocina a prepararse un bocadillo.

Empecé a leerla. La saludaban por su nombre y decían que habían seguido con interés su progreso académico, que su grado de excelencia les había impresionado, que tenerla en el futuro entre sus estudiantes sería un gran aporte para su universidad y le pedían que considerara su institución académica como una opción para seguir labrando su más que exitosa carrera profesional. Me quedé puesta. ¡Mi hija! Luego me di cuenta de que llevábamos poco más de un año en Estados Unidos por lo que no habían seguido su progreso durante mucho tiempo, de que sus notas, siendo buenas, siempre podían mejorar, de que ni siquiera su equipo deportivo era campeón a nivel estatal y de que no tenía ni idea de qué universidad era esa que le escribía. Se me bajó un poco el ego maternal pero seguí levitando durante un tiempo. Ella se comió su merienda y, sin mayores comentarios, se fue a su cuarto a hacer los deberes.

A las pocas semanas llegó otra carta de otra universidad que decía prácticamente lo mismo. Poco tiempo después recibía varias cartas mensuales y este verano llegaron en tal abundancia que se iban yendo, directamente y sin abrir, al cubo azul de reciclaje de papel. Pasaron a ser de todos los formatos: carta convencional, sobre marrón con amplia información, tarjeta postal con un imagen de la universidad, tarjeta personalizada con su nombre con forma de nubecitas en un cielo azul…

Mi hija se gradúa este año, las universidades lo saben y la han convertido en una presa más en su feroz competencia por conseguir clientes. Está en marcha la maquinaria de un gran negocio que hasta ahora no había percibido. Según The Washington Post, en 2015 había en Estados Unidos alrededor de 5.300 universidades y colleges. Como no hay una ley federal que regule la educación superior, el número de universidades ha crecido de forma dispareja en la geografía de este país, muchas veces obedeciendo a criterios políticos. La mayoría de ellas se apiñan en el noreste, en el centro-este del país y en la parte alta del medio oeste. Cada otoño miles de estos centros educativos luchan desesperadamente por llenar sus aulas y los departamentos de captación de nuevos alumnos van preparando el camino con años de antelación, como bien pude comprobar.

Class 2019
Elegir universidad es un proceso complicado que en este país empieza mucho antes que en España. Creo que no exagero si digo que desde que se empieza High School la meta ya está puesta en la universidad. Durante los dos primeros años de colegio se establecen las áreas de interés tanto académicas como extracurriculares y se desarrollan relaciones con profesores y consejeros, que habrán de escribir las cartas de recomendación. El tercer año o junior year se hacen las pruebas estandarizadas de acceso a la universidad (las conocidas como SAT o ACT), se avanza con asignaturas AP (Advance Placement o de nivel universitario), se toman los exámenes AP oficiales o exámenes de contenido específico  (Subject tests) y se empiezan a visitar las universidades concertando entrevistas y dejando constancia del interés por estudiar en esos centros educativos. El primer semestre del último año de colegio es ya el agobio total. Los alumnos se ponen nerviosos con sus decisiones, tienen que escribir ensayos para cada centro, perseguir al profesor para que les dé la carta de recomendación, cumplimentar decenas de documentos on line, solicitar las becas, rellenar papeles para el colegio, estar pendientes de las distintas fechas límite de entrega de documentos (que suelen ser antes del mes de enero), hacerse las fotos de graduación (ya se toman en septiembre cuando el curso ni ha empezado)…

Desde que comenzó el curso todas las semanas hay un día en el que acuden representantes de 15 ó 20 universidades para facilitar entrevistas con los alumnos que estén interesados en sus campus. Los consejeros del colegio orientan a los 500 alumnos que se gradúan por año, pero muchos optan por contratar consejeros privados por unas cifras bastante elevadas con el fin de recibir asesoramiento para tomar las decisiones correctas, tanto a nivel educativo como económico. No es una tontería para quien se lo pueda permitir: la información es excesiva, el papeleo es arduo y elegir el centro adecuado (y las becas) según las capacidades puede marcar grandes diferencias en unos estudios que en ocasiones superan los 50.000 dólares anuales solo en concepto académico (a los que hay que sumar la manutención y el alojamiento que, en la mayoría de los casos tiene que ser dentro del propio campus universitario).

Estamos en octubre. Antes del 1 de noviembre la mayoría de los seniors de High School habrán tenido que completar al menos una solicitud a una universidad. En mi casa se ha instalado el agobio. Hay muchas decisiones que tomar y burocracia que completar. Y una personita que, con 17 años, empieza a ser consciente de que el futuro está realmente en sus manos y depende de sus acciones.  Voy a prepararle un bocadillo para cuando vuelva del colegio a ver si, entre bocado y bocado, encontramos un poco de paz.

2 comentarios:

  1. Como siempre, Eva, una entrada maravillosa para ayudarnos a entender ese otro mundo tan cercano y tan ajeno. Por mi hermano sé de lo que estás hablando, a veces me alegro de la tranquilidad provinciana de nuestra piel de toro. Un abrazote. Guille Buenadicha

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  2. A mi tu tranquilidad provinciana me da mucha envidia. Mucha. Gracias por comentar. Más abrazos.

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