

Un recinto que no era otro que el Constitution Hall de la sociedad Daughter’s of the American Revolution (Hijas de la Revolución Americana) o DAR, un edificio neoclásico situado en Washington DC, a unos pasos de la Casa Blanca y con el tamaño suficiente para albergar a los más de tres mil participantes en el evento. Todo perfectamente organizado, sin salirse de un guion que, de tan ensayado, parece fácil de desarrollar. Pero no lo es. Es un día declarado no lectivo expresamente para la ocasión con el fin de permitir que todo el profesorado, vestido con las togas y birretes de sus universidades, participe y acompañe a sus alumnos en el día más importante de sus vidas académicas.
El programa de los “commencement exercises”, como también denominan a la ceremonia de graduación, proporciona, además de información sobre la secuencia del acto, instrucciones para los asistentes: “El público debe, por favor, levantarse al principio de “Pompa y circunstancia” y permanecer de pie hasta el final de “The Whitman Alma Mater”, el himno del colegio interpretado por el coro estudiantil" (numerosísimo y de una calidad extraordinaria), que ningún alumno se sabe pero que exalta el espíritu colegial y los colores identificativos del instituto.
Tres estudiantes pronunciaron sendos discursos que arrancaron del auditorio carcajadas, lágrimas, cabeceos de asentimiento y sonoras ovaciones. No me cabe la menor duda de que algún profesor había trabajado desde hacía meses en ese momento, motivando a los chavales para que escribieran borradores y se presentaran a las pruebas de selección, buscando el equilibrio entre las numerosas piezas a concurso para reflejar al máximo el pensar y sentir de esa promoción de estudiantes, y trabajando con ellos el estilo y la oratoria para que no dejaran a nadie indiferente. Por supuesto, los padres ya moqueábamos de lo lindo y los compañeros aplaudían a rabiar.
Posteriormente, una pareja de estudiantes, barítono uno, guitarrista el otro, interpretaron una nostálgica canción, Where does the time go? (podéis escucharla aquí), que desde que la sacara en el año 2015 el dúo estadounidense A Great Big World es habitual en estas ceremonias de graduación. Como yo no la conocía, me conmovió todavía más y tuve que andar enredando en busca de pañuelos con los que evitar que se me corriera el maquillaje. No era la única, muchos, ya fuera con un dedo índice bajo la nariz o soplando hacia arriba, trataban de contener los efectos de sus emociones desbordadas.

Y no fue hasta terminado ese momento que el director del colegio retomó la palabra para decir “Y ahora, como graduados, por favor, levántense y, todos a la vez, como símbolo del gran paso que acaban de dar, muevan las borlas de sus birretes del lado izquierdo al derecho. ¡Felicidades, Promoción de 2019!”. Y una bandera americana descomunal bajó desde el techo y ondeó un rato sobre las cabezas de los estudiantes que, lanzaron al aire sus birretes como tantas veces hemos visto hacer en las películas norteamericanas. Los vítores y aplausos eran tales que consiguieron mitigar mis hipidos, ya incontrolables.
Post-post:
Me gusto mucho Eva. Evoco el emotivo día que vivimos el 6 de junio.
ResponderEliminarEnhorabuena por la graduación de tu hija.
Gracias. Dices "vivimos". ¿Quién eres?
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