Impresionante. Y muy emocionante. Yo era madre, una simple espectadora, y aluciné, así que puedo comprender la felicidad de los graduandos de High School que recibieron su diploma el jueves pasado. Ellos fueron los absolutos protagonistas de una ceremonia magnífica, emotiva y divertida, como solo los americanos saben hacerlas. Un acto que fue todo “pompa y circunstancia”, como la Marcha nº 1 de Edward Elgar que tradicionalmente se utiliza en Estados Unidos en las ceremonias de graduación. Fue interpretada por la orquesta del colegio dando solemnidad a la entrada de los alumnos en el recinto, todos ataviados con sus togas y birretes negros.
Un recinto que no era otro que el Constitution Hall de la sociedad Daughter’s of the American Revolution (Hijas de la Revolución Americana) o DAR, un edificio neoclásico situado en Washington DC, a unos pasos de la Casa Blanca y con el tamaño suficiente para albergar a los más de tres mil participantes en el evento. Todo perfectamente organizado, sin salirse de un guion que, de tan ensayado, parece fácil de desarrollar. Pero no lo es. Es un día declarado no lectivo expresamente para la ocasión con el fin de permitir que todo el profesorado, vestido con las togas y birretes de sus universidades, participe y acompañe a sus alumnos en el día más importante de sus vidas académicas.
El programa de los “commencement exercises”, como también denominan a la ceremonia de graduación, proporciona, además de información sobre la secuencia del acto, instrucciones para los asistentes: “El público debe, por favor, levantarse al principio de “Pompa y circunstancia” y permanecer de pie hasta el final de “The Whitman Alma Mater”, el himno del colegio interpretado por el coro estudiantil" (numerosísimo y de una calidad extraordinaria), que ningún alumno se sabe pero que exalta el espíritu colegial y los colores identificativos del instituto.
Tres estudiantes pronunciaron sendos discursos que arrancaron del auditorio carcajadas, lágrimas, cabeceos de asentimiento y sonoras ovaciones. No me cabe la menor duda de que algún profesor había trabajado desde hacía meses en ese momento, motivando a los chavales para que escribieran borradores y se presentaran a las pruebas de selección, buscando el equilibrio entre las numerosas piezas a concurso para reflejar al máximo el pensar y sentir de esa promoción de estudiantes, y trabajando con ellos el estilo y la oratoria para que no dejaran a nadie indiferente. Por supuesto, los padres ya moqueábamos de lo lindo y los compañeros aplaudían a rabiar.
Posteriormente, una pareja de estudiantes, barítono uno, guitarrista el otro, interpretaron una nostálgica canción, Where does the time go? (podéis escucharla aquí), que desde que la sacara en el año 2015 el dúo estadounidense A Great Big World es habitual en estas ceremonias de graduación. Como yo no la conocía, me conmovió todavía más y tuve que andar enredando en busca de pañuelos con los que evitar que se me corriera el maquillaje. No era la única, muchos, ya fuera con un dedo índice bajo la nariz o soplando hacia arriba, trataban de contener los efectos de sus emociones desbordadas.
El director del colegio, simpático y cariñoso, y una autoridad del Condado que treinta años antes se había graduado en ese mismo lugar y del mismo colegio, pusieron el punto de vista de los adultos en una ceremonia que hasta ese momento había sido llevada a cabo por los estudiantes. Coincidieron en resaltar el orgullo que debían sentir por haber llegado hasta ahí y la excelente preparación que llevaban en sus alforjas para enfrentarse a un mundo necesitado de jóvenes como ellos. Inmediatamente, con una precisión matemática, sin atascos ni aglomeraciones, sino en un orden perfectamente calculado, fueron subiendo uno tras otro al escenario, a medida que se pronunciaban sus nombres, los quinientos estudiantes que forman la Class of 2019 del Walt Whitman High School.
Y no fue hasta terminado ese momento que el director del colegio retomó la palabra para decir “Y ahora, como graduados, por favor, levántense y, todos a la vez, como símbolo del gran paso que acaban de dar, muevan las borlas de sus birretes del lado izquierdo al derecho. ¡Felicidades, Promoción de 2019!”. Y una bandera americana descomunal bajó desde el techo y ondeó un rato sobre las cabezas de los estudiantes que, lanzaron al aire sus birretes como tantas veces hemos visto hacer en las películas norteamericanas. Los vítores y aplausos eran tales que consiguieron mitigar mis hipidos, ya incontrolables.
Post-post:
Daughter’s of the American Revolution o DAR es una asociación estadounidense reservada exclusivamente para mujeres que, de alguna manera, descienden de participantes en la guerra de independencia de los Estados Unidos. Su lema es “Dios, Hogar y Patria” y busca promover el patriotismo, preservar la historia del país y asegurar el futuro de Estados Unidos a través de una mejor educación, que financia con generosas becas. Cualquier mujer mayor de 18 años, con independencia de su raza o religión y que sea capaz de demostrar ser descendiente de un patriota, puede ser miembro de esta asociación de voluntarias. Son 185.000 distribuidas en unos 3.000 capítulos, tanto en Estados Unidos como en el extranjero y hay uno en España. De hecho, las integrantes de DAR han rastreado sus ancestros hasta encontrar más de 400 españoles participantes en la Revolución Americana. Eran residentes de la Louisiana española o de la Nueva España, que incluía porciones de los Estados actuales de Tejas, California, Nuevo México, Colorado, Arizona, así como México. La mayoría de ellos tuvo que hacer una donación monetaria de uno o dos pesos impuesta en 1780 por Carlos III para la Revolución Americana, algunos participaron en batallas a las órdenes del General Bernardo de Gálvez o, tal vez, fueron algunos de los que pusieron a disposición de la causa unas 10.000 cabezas de ganado tejano. Todos ellos son considerados “patriotas” y sus descendientes pueden optar a pertenecer a tan rancia institución.
Me gusto mucho Eva. Evoco el emotivo día que vivimos el 6 de junio.
ResponderEliminarEnhorabuena por la graduación de tu hija.
Gracias. Dices "vivimos". ¿Quién eres?
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