Mi hija mayor se ha marchado a la universidad. Empaquetó algunas cosas, dejó demasiadas sin recoger y, al entornar la puerta de su habitación, cerró una etapa de su vida dejando detrás de sí un cuarto vacío al que no podemos entrar sin que se nos encoja un poco el corazón. Cuando antes de irse imaginaba su vida en el campus nos decía: “lo que más rabia me da es que vuelvo a ser freshmen; me gustaba el aura de mi seniority”. Entendí sus sentimientos pero si me hubiera dicho algo semejante cuando llegamos me habría quedado puesta. ¿Freshmen? ¿Senior?
En la escuela primaria e intermedia (Elementary y Middle school) de Estados Unidos los niños van ascendiendo cursos desde 1º hasta 8º, pero ese conteo se termina apenas entran en High School o en la Universidad. A partir de ese punto ya no cursan 9º, 10º, 11º o 12º (o 1º, 2º, 3º o 4º de carrera) sino que pasan a ser freshmen, sophomore, junior o senior. No es que sea difícil utilizar esas palabras, pero hacen falta unas cuantas conversiones mentales para situar en un curso al hijo de quien acabas de conocer, o para enterarte de si eres uno de los destinatarios del mensaje que acaba de enviar el colegio a los padres de sophomores.
Hace cuatro años, al volver a casa tras su primer día de High School, mi hija me dijo que era freshmen. “¿Qué es eso de freshmen?”, pregunté. “Novato, mamá; alumna de primero, pero nadie dice primero”, me respondió con el tono de marisabiondas que usan las adolescentes para demostrar que saben más que tú. “Pero tú eres chica, será freswomen, y eres una sola, o sea que será freswoman, digo yo”, contesté sin arredrarme. “Pues no, es freshmen aunque sea chica, y sigue siendo freshmen aunque solo sea una. No empieces a preguntar por qué, es así y ya está”, dijo dando la conversación por zanjada. Tengo que reconocer que me quedé un poco frustrada.
Con los años me he ido acostumbrando a esa nomenclatura, pero a pesar de haber investigado un poco los orígenes de esa forma de designar los grados escolares y universitarios, sigo sin obtener respuesta a mis preguntas iniciales o sin entender por qué el movimiento feminista no ha hecho nada para adaptar esos términos a los nuevos tiempos.
Según he podido averiguar, el término freshman puede ser rastreado hasta el siglo XVI y era la forma en que la Universidad de Cambridge designaba a los alumnos de primer año: fresh y man, o sea, nuevo y hombre, porque en esa época el estudio universitario era cosa de varones. En esos tiempos, además, a todos los estudiantes les llamaban sophisters y hay quien dice que el término sophomore deriva de los vocablos griegos sophos (sabio) y möros (torpe, tonto), es decir, un sabio un poco tonto. Estaban también los junior sophists y los senior sophists para designar a los estudiantes de los cursos superiores y el tiempo puede haber hecho que perdieran el calificativo de sabios, cosa que no me extraña porque hoy en día no es que salgan muy sabios de los centros educativos, la verdad.
Parece que estos términos llegaron al nuevo mundo de la mano de John Harvard, el fundador de la universidad que lleva su apellido, que había estudiado en Cambridge y en el siglo XX, no solo eran ya de uso común en todas las universidades norteamericanas sino, asimismo, en los High Schools. Por el contrario, en el Reino Unido no se usan.
A mi hija todo esto le da igual. Pero verse convertida de nuevo en una pipiola, pasar de ser el sujeto de las miradas de respeto de los novatos a ser quien mira de esa manera a los estudiantes mayores hiere su orgullo. Sabe que los seniors de la universidad la van a mirar con el mismo aire de suficiencia con el que ella miraba a los freshmen del high school, si es que tiene la suerte de que la vean.
Post-post:
La Universidad privada de Harvard fue fundada por el clérigo John Harvard en 1636 en una localidad a cinco kilómetros de Boston, Massachussets, llamada, curiosamente, Cambridge. Es la universidad más antigua de Estados Unidos y una de las más prestigiosas. Cuando la visitamos nos llamó la atención el ambiente festivo y poco propenso al estudio que se respiraba. Parecía difícil creer que de sus aulas hubieran salido ocho presidentes norteamericanos, 158 premios Nobel, 10 ganadores de premios Oscar, 58 premios Pultizer o 108 medallistas olímpicos, entre otros muchos alumnos ilustres.