A mí, de pequeña, nunca me dejaron hacer lo
que ahora se llama un “sleepover” y que por entonces, menos contaminados por el
inglés, llamábamos simplemente “ir a dormir a casa de una amiga”. Las razones
para no permitírmelo eran variadas: “¿para qué vas a andar molestando por
ahí?”, “bastantes horas pasas ya fuera de casa”, “no hay ninguna necesidad” o
“a saber qué costumbres tiene esa gente”. Y, como yo ya sabía la respuesta,
tampoco preguntaba.
Ahora estoy en esa edad en que donde más
a gusto duermo es en mi casa (o en un buen hotel de vacaciones, es cierto) pero
el otro día ví que se convocaba un “sleepover” que me dejó puesta: ir a dormir
al Archivo Nacional en Washington DC y “pasar la noche junto a los más
preciados tesoros de América: la Declaración de Independencia, la
Constitución y la Declaración de Derechos”.
Colocas tu colchoneta y
saco de dormir en la rotonda del Museo y pasas 14 horas en el edificio cuando
ya ha cerrado sus puertas. Es una “acampada” (aunque no hay nada de campo, sino
puro mármol) pensada para niños de 8 a 12 años donde también se
puede ver una película en el teatro del Museo y desayunar tortitas cocinadas
por el 10º Archivero Mayor de Estados Unidos, Mr. David S. Ferriero. Alucinante.
Si en mi niñez me hubieran propuesto
pasar la noche junto a las Cartas Puebla, Las Siete Partidas, el Tratado de
Tordesillas o “La Pepa” en un Museo donde también proyectaran la película “El
Cid” y nos dieran para desayunar un chocolate con churros servido por nuestro
Director General de Archivos, creo que no me habría hecho ninguna ilusión y
que si lo hubiera comentado en mi casa lo habrían tildado de tontería y poco
serio. Y no creo que las cosas hayan cambiado mucho; desde luego, a ninguno de los niños que conozco les atrae el plan en su versión española.
Pues bien, ya no hay cupo, está agotado; la próxima
convocatoria que tendrá lugar a finales de 2017 lo estará también. Y eso que te soplan
125$ del ala por persona y se especifica que los adultos han de ir acompañados
por un niño (había quien con buen humor buscaba un niño de alquiler para poder
asistir).
No sé si será porque en España tenemos
una historia tan larga que nos resulta muy difícil explicársela a los niños; o
porque (por razones culturales o políticas, da igual) no somos capaces de
priorizar unos documentos sobre otros; o
porque nos empeñamos en atiborrar de datos particulares las cabezas de nuestros
escolares de primaria sin que se tenga claro un esquema general ni una historia común; o porque las
consecutivas leyes educativas españolas dan bandazos constantes … el caso es
que cada vez conocemos menos nuestra historia y cada vez resulta menos
atractiva para nuestros escolares.
Cualquiera sabe aquí qué significan esos
tres documentos que duermen en el Archivo Nacional. Los están estudiando desde
2º de primaria, año tras año. A lo mejor no saben de ningún otro, es cierto,
pero tienen clarísimo que son los más importantes para la Historia de EEUU, que
son símbolos inequívocos de su nación y que es un privilegio el poder estar
cerca de ellos. Si además buscas cómo acercarlos al público de manera divertida
e imaginativa, el éxito de la iniciativa está garantizado y se convierte, como
dice la invitación, en “un recuerdo que dura toda la vida”.
Mis hijos no se han enterado de esto. Yo
tampoco se lo he comentado. Me digo que no es su Historia. Pero, ¿de verdad no lo es? ¿No rememoraría mi hija pequeña (Gabriel iría encantado de "chaperon") esa noche en el Museo como una ocasión
especial vivida cerca de documentos históricos importantes sin que importe la
nacionalidad de los mismos? ¿O es realmente una tontería?