Lloyd Wright y su Fallingwater |
Yo me deleito imaginando largas charlas
con el arquitecto, que intenta plasmar en un plano la casa que ya existe,
etérea, en la nebulosa de mis sueños. Y ese arquitecto, al que ya tengo
totalmente idealizado, se me antoja cálido, claro, receptivo, funcional,
divertido, moderno y algo bohemio…justo como quiero que sea mi casa. Pero la
realidad me dice que cuanto más reconocido es el arquitecto y mayor es el nivel
adquisitivo del cliente, esas idílicas reuniones se convierten en un choque de
egos, en una lucha por imponer los criterios propios y a menudo el arquitecto,
un artista al fin y al cabo, aparece como un ser tiránico que busca la gloria
de su obra por encima de las necesidades del que la paga.
Esa es la imagen que me transmitió el
guía de Fallingwater, la casa de la Cascada, del genial arquitecto americano Frank
Lloyd Wright, cuando fuimos a visitarla en Mill Run, Pennsylvania. Construida
en los años 30 del siglo pasado por encargo de la familia Kaufmann, dueña de
unos grandes almacenes en Pittsburg, es considerada por el American Institute
of Architects como “la mejor obra de la arquitectura estadounidense de la
historia”.
Los Kauffman querían una casa con vistas
a una pequeña cascada que recorría uno de sus terrenos y contactaron con Frank
Lloyd Wright, que había sido profesor de su hijo, también arquitecto. El
maestro, imbuido en su concepto de arquitectura orgánica, integró el edificio
en el emplazamiento empleando materiales del lugar y respetando el entorno y no
diseñó la casa frente a la cascada como quería su dueño sino en
la propia cascada, utilizando las rocas del relieve a modo de cimentación.
La casa es una maravilla, pareciera que
el agua manara de su interior gracias a la intersección perpendicular de los
planos de cemento y de piedra de río que la forman y a los numerosos ventanales
con marcos de hierro rojo (el color tradicional con el que se pintan los
graneros y las construcciones de las granjas). El interior es abierto pero acogedor,
con la excepción de los pasillos cuya estrechez combinada con la escasa altura
del techo consigue el deseo del arquitecto: hacerte salir de ellos inmediatamente
para arrojarte a alguna de las estancias donde disfrutar de las vistas del
bosque o de la cascada. Desde la sala de estar una escalera te permite bajar al
mismo torrente o una salida te lleva a la piscina que se llena con agua de las
montañas.
Bajada al riachuelo desde el interior |
La casa relanzó a la fama a Lloyd Wright tras
un periodo de vacas flacas consecuencia de la Gran Depresión y llegó a ser en
1938 portada de la revista Time, lo que le permitió seguir diseñando proyectos
hasta su muerte. Pero también desde el primer año sufrió todo tipo de goteras,
humedades, desprendimientos… resultando costosísima de mantener. En 1964, tras
la muerte de los Kauffman, su hijo decidió cederla a la Western Pennsylvania Conservancy
que tuvo que hacer una gran reforma estructural en 2002 para evitar su colapso.
Mas de 4 millones de personas la han visitado (casi 170.000 el año pasado) y me quedé puesta al saber que los 25 $ por persona que te cobran por la entrada apenas dan para pagar las
reparaciones constantes que necesita.
No sé si los Kauffman perdieron tanto tiempo como yo imaginando la casa de sus sueños; dicen que Lloyd Wright no lo hizo y que nueve meses después de recibir el encargo sin haber trazado ni una línea sobre el papel, al saber que su cliente iba a visitarle y esperaba ver algo, diseñó la vivienda y dio forma a su idea en un par de horas. Yo no creo que mi casa deje de ser un castillo en el aire, pero si alguna vez se materializa, me gustaría que fuera el reflejo de mis necesidades resueltas sabiamente por un arquitecto comprensivo.
(Todas las fotos son de Gabriel y el ilustrador es Michael Kirkham)
¡A lo mejor te sirvo yo!
ResponderEliminarNo lo dudes; hablo de tí cuando describo a mi arquitecto idealizado.
ResponderEliminarQué lugar tan maravilloso, Eva. A lo mejor el arquitecto de tus sueños es el que te acompaña conformando un hogar de ensueño en todos los puestos. Besos desde la Asturias, ya otoñal.
ResponderEliminar¡Cuánta razón, María! La casa la edifica el arquitecto pero el hogar lo construimos nosotros. Me quedo con mi "hacedor" de hogares de ensueño. Aquí se ha ido el verano pero los colores de otoño todavía esperan.
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