Llevaba unos días viendo en la cocina
unas cositas negras y alargadas, parecidas a las semillas de sésamo, que
me extrañaban. No me hizo falta indagar mucho para descubrir que eran cagaditas
de ratón. ¡Horrorrrrr! ¿Qué hago, si nunca me he tenido que enfrentar a
semejante cosa en mi vida, si aún estoy maravillada por haber descubierto de lo
que se trataba? ¿Me cambio de casa, llamo a una empresa de control de plagas? ... A
ver, un poco de calma.
San Google vino en mi
auxilio. En cuestión de media hora adquirí toda la teoría. Resulta que a los
ratones les encanta andar por el interior de los hornos (no donde se ponen las bandejas, sino por la
estructura) porque en su material aislante encuentran un cobijo natural y están
calentitos. Resulta también que si uno no los detecta a tiempo se pueden comer
todo ese material y acaban haciéndote tirar la cocina entera. Por otra parte,
detestan el olor de la menta, lo que la convierte en una barrera natural pero les encanta la mantequilla de cacahuete,
lo que hace de ella el mejor cebo para atraerlos.
Con tan profusa información me fui al
Home Depot, el equivalente americano del Leroy Merlin (que en español sería
“Elrey Merlín”, ¿pero Merlín no era un mago?) a ver qué soluciones me podía
aportar. Por supuesto, como siempre en Estados Unidos, había multitud de
opciones y supongo que al verme tan concentrada en su estudio se me acercó uno
de los dependientes ofreciéndome su ayuda. Me sigue asombrando lo atentos que
son, lo bien que te escuchan y las opciones que te plantean. ¡Me preguntó que
cuáles eran mis intenciones con respecto al ratón que quería atrapar: liberarlo
o exterminarlo! Me quedé un poco puesta
y aunque se me pasó por la cabeza que me denunciara a la Sociedad Protectora de
Animales, decidí ser sincera y confesar que lo que realmente quería era cargármelo, a
él y a toda su posible familia, y no volver a sentir la presencia de algo
semejante dentro de mi casa. No se ofendió y de momento no me ha denunciado,
pero automáticamente desechamos una
buena parte de los productos expuestos.
Hay amigos que nunca fallan |
Pero, ay amigos, no es tan fácil colocar
la trampa. Ya tenía la maquinita, el queso, la mantequilla de cacahuete (decidí
hacerle una receta infalible para el cebo combinando ambas cosas) pero no había
manera de que se sujetara; metí la barra lateral por un agujero pero así no
saltaba ni aunque el ratón utilizara el pedal a modo de trampolín como hacía Jerry
en “Mouse Trouble”, aquel fantástico capítulo de Tom & Jerry. Y de nuevo
Google vino en mi ayuda. En un vídeo de 9 minutos, Louis, el Presidente de
American Rat Control, me enseñó cómo hacerlo con un profesionalismo, una
claridad expositiva y una eficacia absoluta (he aquí otra cosa que me deja puesta y que merecerá otro post: la
seguridad que todos los americanos demuestran cuando te hablan de su tema, ya
sea astrofísica, desatascar una tubería o preparar una trampa de ratón).
Trampas colocadas (puse 2) en el cajón de
debajo del horno. Por si acaso, de segundo plato, veneno deshidratante. Y a
seguir con mi vida intentando olvidarme un poco del asunto.
Hoy, nada más levantarme a las 6:30 de la
mañana, fui a la cocina, abrí el cajón del horno y …. ¡había premio! ¡Bravo por
Víctor!. Gabriel hizo le hizo los honores con la portada de The Washington Post
y yo, con mis guantes desechables azules de latex, he vuelto a cebar la trampa,
no vaya a ser que tengamos más okupas y que, acabe sumida en una Gran Depresión,
compartiendo el nombre de la época en la que se desarrolla la novela de
Steinbeck “De ratones y hombres”.
Post-post.
Ya puedo empezar con alegría mi semana. GRACIAS!
ResponderEliminarJa, ja, ja Que bueno, Eva. Las trampas Victor son muy eficaces y para toda la vida.
ResponderEliminarVeo que pensamos igual, María
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