lunes, 14 de noviembre de 2016

Una de animadoras

Cuando mi hija mayor Adela nos dijo el año pasado que quería ser Cheerleader me quedé puesta. De carácter tímido y reservado y poco amiga de las grandes pandillas, no casaba para nada con mi idea estereotipada de las animadoras que salen en las películas americanas. Sinceramente, no me la imaginaba para nada sacudiendo pompones, regalando sonrisas y peleándose con sus compañeras por conquistar el corazón del jugador de fútbol americano más guapo y más simple. Pero bueno, como tenía que pasar una selección al parecer muy dura y no tenía ni idea de las rutinas (así llaman a los ejercicios que realizan), pensé que la realidad se encargaría de colocar a mi hija en su sitio y que, buena deportista como es, acabaría en otro equipo deportivo más adecuado para una española residente en EEUU.

El equipo de Adela
¡Qué equivocada estaba! Adela pasó los temidos y disputados “tryouts”, entró en el equipo y yo me empecé a dar cuenta de mi segunda gran equivocación, que Cheerleading no es para nada como me lo imaginaba: primero tuvo que pasar un reconocimiento médico extensivo y tras preguntar la doctora el deporte al que estaba destinado el informe puso tal cara de admiración y emitió tantas felicitaciones que me quedé otra vez puesta; después empezaron a llegar las cartas y notificaciones del colegio en las cuales se referían a ella como “atleta”; enseguida los entrenamientos se pusieron a un ritmo de 2 horas diarias, sábados incluidos; cuando comenzó la temporada de baloncesto empezó a tener partidos todas las semanas y ahora que estamos en la de fútbol americano hemos pasado a tener todos los viernes y muchos sábados ocupados y los padres estamos casi tan liados como las hijas; los ejercicios que realizan van mucho más allá de dar palmas y mover pompones y montan unas “torres” que, como dice mi amiga Trini, “sólo verlas produce contracturas”. Y la semana que viene empiezan las competiciones de animadoras, a nivel local, estatal y nacional y ya estoy temblando porque no sé muy bien lo que se me viene encima (de momento, llevar a la niña y desayunos para el equipo a las 5:30 de la mañana del sábado).

El caso es que esto de las animadoras es un tinglado descomunal con un nivel de exigencia tremendo para las deportistas y para las familias. Todo colegio o universidad que se precie ha de tener su equipo de cheerleaders para hacer que los aficionados animen a su equipo en las competiciones deportivas y, en muchos casos, el equipo de animadoras es mucho mejor que el equipo al que tienen que animar y se clasifica a niveles muy superiores en las competiciones específicas de su disciplina.

Aunque siempre he asociado las animadoras con el género femenino, lo cierto es que en el equipo de Adela hay un chico y es que la animación empezó como una actividad típicamente masculina cuando un estudiante de la Universidad de Minnesota dirigió a una multitud cantando “cheers” para animar a los jugadores a finales del siglo XIX. El que hubiera muy pocos deportes en los que las mujeres pudieran participar y que muchos chicos se alistaran en el ejército favoreció la feminización de este deporte. Con el desarrollo de la animación, en los años 80 se fueron incorporando a las actuaciones saltos, volteretas y movimientos gimnásticos cada vez más peligrosos que hicieron necesario crear unas guías de seguridad y certificaciones oficiales para los entrenadores. Esta semana el equipo de mi hija tiene que ir a pasar el examen de seguridad que comprueba si las acrobacias se realizan a la altura adecuada para evitar accidentes.

Sólo puedes ser parte del equipo de Cheerleader, como del resto de clubes deportivos de los colegios, si apruebas todas las asignaturas; si faltas al colegio por algún motivo, no te permiten asistir al entrenamiento (a no ser que sea una causa médica justificada con antelación) y si faltas más de cinco días al entrenamiento, eres expulsado del equipo. Con estas normas las directivas de los colegios quieren dejar bien claro que, aunque el deporte se considera muy importante para el desarrollo del alumno y se estimula de todas las maneras posibles, es un complemento del trabajo intelectual y como tal ha de ser considerado.

España no es un país con gran tradición en este campo pero parece que últimamente están apareciendo equipos de competición, como “Thunders Barcelona”, que ya tiene unos 40 miembros, o los madrileños “All Stars Toros” y “Cheerxport Alcobendas”, aunque con un número de participantes que está a una distancia estratosférica de los casi 400.000 cheerleaders que había en 2009 únicamente en los High School públicos de EEUU.

Aparte de las competiciones clasificatorias de Cheerleading, una de las épocas más activas es la semana de “Homecoming” en donde tradicionalmente se da la bienvenida a los antiguos alumnos de un centro educativo, principalmente universitario. Al extenderse esta costumbre a los High Schools lo que se celebra es el espíritu colegial y el ser miembros de una misma comunidad estudiantil. Y como el Homecoming se articuló desde sus orígenes en torno a un partido de fútbol, las cheerleaders juegan un papel fundamental.

Esa semana es especialmente divertida para los alumnos gracias a la “Spirit week”(cada día se visten siguiendo un tema determinado), el “pep rally” (espectáculo donde los distintos equipos o agrupaciones musicales hacen demostraciones, siendo una de las más aclamadas la de las cheerleaders), la elección del Rey y la Reina de Homecoming (en nuestro Condado han estipulado que pueden ser personas del mismo sexo), el “Tailgate” (partido de fútbol anterior al principal) y el partido de fútbol principal, generalmente contra un equipo al que sea fácil ganar y con la participación de la banda de música y los dos equipos de animadoras. El colofón lo pone el baile de Homecoming al día siguiente del partido, fiesta casi tan importante como la de Prom de final de curso que tanto hemos visto en las películas americanas. O sea, una semana a tope de inoculación del sentido de pertenencia a la manada en la que participan tanto alumnos como profesores a los que no es raro ver dando su clase vestidos de hawaianos, de hippies, en pijama,o lo que sea que establezca la consigna del día.


Tengo que reconocer que una vez recuperada de mi asombro inicial estoy encantada de ver que la imagen que yo tenía de las Cheerleaders se ha desmoronado. De momento todos aguantamos el ritmo pero no sé si a finales de año seamos nosotros los que la animemos a ella a cambiar de deporte por otro que exija menos compromiso paterno. ¿Ajedrez, tal vez?

1 comentario:

  1. jaaaa, ajedrez menos lesiones seguro, pues mira que incultura tenemos en este país sobre ese tema, yo estaba absoluta y radicalmente en contra de este ¿deporte? porque lo consideraba machista y absurdo, creo que a partir de ahora reconsideraré mi opinión, aunque sinceramente, sigue sin gustarme demasiado por lo que tiene de sobreexposición de cuerpo femenino y sus connotaciones pero prometo darle una oportunidad y compartir esto que cuentas. Gracias Eva

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