Cuando mi hija mayor Adela nos dijo el
año pasado que quería ser Cheerleader me quedé puesta. De carácter tímido y
reservado y poco amiga de las grandes pandillas, no casaba para nada con mi idea
estereotipada de las animadoras que salen en las películas americanas.
Sinceramente, no me la imaginaba para nada sacudiendo pompones, regalando
sonrisas y peleándose con sus compañeras por conquistar el corazón del jugador
de fútbol americano más guapo y más simple. Pero bueno, como tenía que pasar
una selección al parecer muy dura y no tenía ni idea de las rutinas (así llaman
a los ejercicios que realizan), pensé que la realidad se encargaría de colocar
a mi hija en su sitio y que, buena deportista como es, acabaría en otro equipo
deportivo más adecuado para una española residente en EEUU.
El equipo de Adela |
El caso es que esto de las animadoras es
un tinglado descomunal con un nivel de exigencia tremendo para las deportistas
y para las familias. Todo colegio o universidad que se precie ha de tener su
equipo de cheerleaders para hacer que los aficionados animen a su equipo en las
competiciones deportivas y, en muchos casos, el equipo de animadoras es mucho
mejor que el equipo al que tienen que animar y se clasifica a niveles muy
superiores en las competiciones específicas de su disciplina.
Aunque siempre he asociado las animadoras
con el género femenino, lo cierto es que en el equipo de Adela hay un chico y
es que la animación empezó como una actividad típicamente masculina cuando un
estudiante de la Universidad de Minnesota dirigió a una multitud cantando
“cheers” para animar a los jugadores a finales del siglo XIX. El que hubiera muy
pocos deportes en los que las mujeres pudieran participar y que muchos chicos
se alistaran en el ejército favoreció la feminización de este deporte. Con el
desarrollo de la animación, en los años 80 se fueron incorporando a las
actuaciones saltos, volteretas y movimientos gimnásticos cada vez más peligrosos
que hicieron necesario crear unas guías de seguridad y certificaciones oficiales
para los entrenadores. Esta semana el equipo de mi hija tiene que ir a pasar el
examen de seguridad que comprueba si las acrobacias se realizan a la altura
adecuada para evitar accidentes.
Sólo puedes ser parte del equipo de
Cheerleader, como del resto de clubes deportivos de los colegios, si apruebas todas las asignaturas; si faltas al colegio por algún motivo, no te permiten asistir al entrenamiento (a no ser que sea una causa médica justificada
con antelación) y si faltas más de cinco días al entrenamiento, eres expulsado del
equipo. Con estas normas las directivas de los colegios quieren dejar bien
claro que, aunque el deporte se considera muy importante para el desarrollo del
alumno y se estimula de todas las maneras posibles, es un complemento del
trabajo intelectual y como tal ha de ser considerado.
España no es un país con gran tradición
en este campo pero parece que últimamente están apareciendo equipos de
competición, como “Thunders Barcelona”, que ya tiene unos 40 miembros, o los
madrileños “All Stars Toros” y “Cheerxport Alcobendas”, aunque con un número de
participantes que está a una distancia estratosférica de los casi 400.000
cheerleaders que había en 2009 únicamente en los High School públicos de EEUU.
Aparte de las competiciones
clasificatorias de Cheerleading, una de las épocas más activas es la
semana de “Homecoming” en donde tradicionalmente se da la bienvenida a los
antiguos alumnos de un centro educativo, principalmente universitario. Al
extenderse esta costumbre a los High Schools lo que se celebra es el espíritu colegial y el
ser miembros de una misma comunidad estudiantil. Y como el Homecoming se
articuló desde sus orígenes en torno a un partido de fútbol, las cheerleaders
juegan un papel fundamental.
Esa semana es especialmente divertida
para los alumnos gracias a la “Spirit week”(cada día se visten siguiendo un
tema determinado), el “pep rally” (espectáculo donde los distintos equipos o agrupaciones musicales hacen demostraciones, siendo una de las más aclamadas la de las cheerleaders),
la elección del Rey y la Reina de Homecoming (en nuestro Condado han estipulado
que pueden ser personas del mismo sexo), el “Tailgate” (partido de fútbol
anterior al principal) y el partido de fútbol principal, generalmente contra un
equipo al que sea fácil ganar y con la participación de la banda de música y
los dos equipos de animadoras. El colofón lo pone el baile de Homecoming al día
siguiente del partido, fiesta casi tan importante como la de Prom de final de
curso que tanto hemos visto en las películas americanas. O sea, una semana a
tope de inoculación del sentido de pertenencia a la manada en la que participan
tanto alumnos como profesores a los que no es raro ver dando su clase vestidos
de hawaianos, de hippies, en pijama,o lo que sea que establezca la consigna del día.
Tengo que reconocer que una vez
recuperada de mi asombro inicial estoy encantada de ver que la imagen que yo
tenía de las Cheerleaders se ha desmoronado. De momento todos aguantamos el
ritmo pero no sé si a finales de año seamos nosotros los que la animemos a ella
a cambiar de deporte por otro que exija menos compromiso paterno. ¿Ajedrez, tal
vez?
jaaaa, ajedrez menos lesiones seguro, pues mira que incultura tenemos en este país sobre ese tema, yo estaba absoluta y radicalmente en contra de este ¿deporte? porque lo consideraba machista y absurdo, creo que a partir de ahora reconsideraré mi opinión, aunque sinceramente, sigue sin gustarme demasiado por lo que tiene de sobreexposición de cuerpo femenino y sus connotaciones pero prometo darle una oportunidad y compartir esto que cuentas. Gracias Eva
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