lunes, 29 de enero de 2018

Modelos y modelitos

Una vez a la semana mi hija pequeña, de 11 años, se queda una hora y media más en su colegio (público) para participar en una actividad extraescolar llamada MUN o Model UN (Modelos de Naciones Unidas). Completamente gratuita, como lo son todos los clubs organizados por la escuela, es una de las más solicitadas y le costó hacerse con una plaza. Confieso que cuando me pidió autorización para apuntarse yo no tenía mucha idea de en qué consistía. En seguida me explicó que es una actividad en la que los alumnos aprenden sobre diplomacia, relaciones internacionales y la propia Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el fin último es asistir a las simulaciones de las sesiones que se celebran en los principales órganos de la ONU. Esas sesiones solo tienen lugar dos veces al año y tendríamos que llevarla a la sede de algunos de esos órganos en Washington DC. “Son mega eventos, mamá, en los que participamos los representantes de muchísimos colegios”. Por supuesto le dije que sí y firmé el papelito.

En seguida empezó a llegar el bombardeo de información que acompaña cualquier actividad que quieres hacer en este país. Autorizaciones para que se inscribiera en tal comité, cartas informativas sobre los temas que se iban a debatir, solicitudes para que se uniera a la delegación del país de su elección… y todo tan profesional y tan rigurosamente organizado que más de una vez tuve que cerciorarme de que la destinataria de tales requerimientos era una alumna de 6º de primaria y no sus progenitores.

A su dirección de correo electrónico escolar llegaron los temas contemplados para la siguiente gran Conferencia en la que iban a participar y, sin que los padres interviniéramos en el proceso, “respetando sus intereses”, tuvo que informarse con los links proporcionados y elegir uno de ellos teniendo en cuenta el país al que le gustaría representar: energías renovables (para cualquiera de los 193 países miembros de la ONU), diplomacia en el deporte e igualdad de género (restringido a los países miembros del COI), crisis de malnutrición (solo para los países miembros de la FAO), niños soldados (solo para los países miembros de UNICEF) y “Arco de inestabilidad: crisis en el Sahel y en la cuenca del lago Chad” (sólo para países miembros del Consejo de Seguridad). Por supuesto, se informó, sopesó sus intereses y eligió en consecuencia. Me quedé puesta.

Aquí tuvo lugar la Conferencia
Me maravilla que niños que acaban de entrar en middle school tengan oportunidad de tomar contacto con el mundo de la diplomacia sin edulcorarles su contenido, enfrentándoles a temas reales que van a debatir en instituciones reales, en un ambiente que imita a la perfección la forma de trabajar de esos profesionales, participando en debates, negociaciones o deliberaciones, defendiendo ideas tal vez contrarias a las suyas  y, además, todos tengan la certeza de que lo van a hacer bien, con motivación y responsabilidad. ¿De quién es el mérito? ¿Cómo consiguen que se entusiasmen con esos temas y decidan quedarse una hora y media más en el colegio todos los jueves, durante todo el año, para profundizar en temas que normalmente pensamos que no les suscitan ningún interés?

Código de vestimenta masculino
Conforme se fue acercando la fecha de la primera gran Conferencia su emoción (y nerviosismo) crecía. Tendría lugar nada  menos que en la sede de la Organización Panamericana de la Salud, y de nuevo volvieron a llegar las decenas de correos electrónicos a los padres sobre los aspectos puramente organizativos: hora de salida del colegio, planillas para compartir coches, horario de comida, lugares donde comprar comida o donde comer la que llevaran de casa, firma del pliego de autorización para que su imagen en el evento pudiera ser reproducida con fines informativos… y el código de vestimenta o modelito que tenían que llevar. Todos debían ir en Western Bussiness Attire, o  Vestimenta de negocios occidental, es decir, no vaqueros, no camisetas o sudaderas, no chanclas o calzado deportivo, no trajes nacionales.  Y, por si pudiera quedar alguna duda, añadían: “piensa en cómo se viste tu Senador más cercano para hacerte una idea más precisa”. Y me volví a quedar puesta. Seguro que los niños de 11 años de este país saben perfectamente cómo se viste y cómo se llama el Senador que los representa y yo ni sé, ni he sabido, ni me he preocupado por saber el nombre de ninguno de los de España.

No es de extrañar, claro, que cuando en la universidad, con 20 años, tuve que memorizar la estructura de la ONU, me pareciera el mayor de los rollos posibles mientras que los niños del club extraescolar de mi hija te hablan de los distintos comités y de sus funciones como si te contaran  el menú de la cafetería del colegio, sin siquiera tener conciencia de que lo saben. Pero claro, a los 11 años, o a los 15, si me apuro, yo no tenía ni idea de que existiera la ONU aunque, eso sí, me sabía al dedillo la definición de límite matemático y eso seguro que mi hija no se lo va a saber. Jaaaaa.

Post-post:
Los que queráis ver un pequeño vídeo de esa Conferencia, podéis pinchar aquí.
Foto PAHO Adam Fagen

No hay comentarios:

Publicar un comentario