El otro día alguien dijo en España que
Trump había entrado (se entiende que en la Presidencia de EEUU) “como un
elefante en una cacharrería”. “¿Y cómo se supone que ha de entrar, si es un
republicano?” me dije, avergonzándome casi inmediatamente de la simpleza de mi
ocurrencia. Viviendo en EEUU no tiene
ningún mérito saber que el elefante es el símbolo del Partido Republicano.
Pero, francamente, yo no sabía por qué habían escogido al paquidermo como
símbolo de esa tendencia política, así que, en uno de esos ratos muertos que
antes destinaba a leer y ahora a perder el tiempo en internet, me puse a
investigar.
Había una vez un niño alemán que se
llamaba Thomas Nast. Su padre tocaba el trombón en una banda militar y tras significarse
políticamente contra el gobierno bávaro, decidió enrolarse en un barco de
guerra francés y luego en uno norteamericano. Mandó a su mujer y a sus hijos a
EEUU para reunirse con ellos al cabo de
cuatro años, cuando terminara su misión y así fue como con 6 años de
edad, desembarcó Tomasito en la ciudad de Nueva York, en 1846.
El Tío Sam y su creador |
El caso es que jugó un papel muy activo
en la política de la joven nación americana influyendo en las elecciones de
Lincoln, Grant, Cleveland, Harrisson… hasta el punto que el presidente Roosevelt
le premiaría con el puesto de Cónsul de EEUU en Guayaquil, Ecuador, donde
acabaría muriendo de fiebre amarilla.
Pues bien, a finales de 1820 el
Partido Demócrata adoptó un burro como símbolo electoral. Andrew Jackson, el
candidato presidencial, tenía fama de poco listo y tozudo y, como su nombre
sonaba similar a “jackass” (burro), le empezaron a llamar de esa manera. El
político decidió sacar ventaja de la maledicencia destacando la nobleza, la
perseverancia, la modestia y la capacidad de trabajo del animal. El hecho de
que Thomas Nast representara en sus viñetas políticas al Partido Demócrata con
un pollino contribuyó a que fuera definitivamente adoptado como mascota.
Jackson es el que sale en los billetes de 20$ |
En fin, Nast quiso hacer posteriormente una
réplica para el partido rival y plasmó la derrota de los republicanos en 1877
como un elefante sometido por el burro demócrata. El elefante simbolizaba un
animal inteligente pero dócil y fácil de dominar. Pese a las connotaciones
negativas, a los republicanos les gustó la analogía. Así que ya tenemos al
elefante de la cacharrería.
Nast es considerado el padre de la
caricatura política norteamericana pero también es el creador, entre otras, de las
imágenes del Tío Sam o del mismo Santa Claus tal como los identificamos hoy en
día y que el mundo entero asocia con los Estados Unidos de América. Y he aquí
cómo un inmigrante alemán, haciendo uso de la libertad de expresión y de prensa
recogidas claramente en la Primera Enmienda de la Constitución de los EEUU, fue
el creador de los símbolos americanos por excelencia.
Thomas Nast es uno más de los muchos que, venidos de todos los lugares del mundo, han ayudado a conformar la identidad estadounidense o a hacer prosperar su economía. Por eso no me extraña que la sociedad civil se revele ante el aislacionismo que pretende implantar el nuevo ocupante del Despacho Oval, un elefante republicano que ha colocado junto a su escritorio el retrato de un burro demócrata. No sé a vosotros, pero a mí me está dando un poco de “yuyu” el pensar que la Casa Blanca pueda estar tan llena de animales.
Fotos de : Donkeyhotey, Wikimedia Commons
Thomas Nast es uno más de los muchos que, venidos de todos los lugares del mundo, han ayudado a conformar la identidad estadounidense o a hacer prosperar su economía. Por eso no me extraña que la sociedad civil se revele ante el aislacionismo que pretende implantar el nuevo ocupante del Despacho Oval, un elefante republicano que ha colocado junto a su escritorio el retrato de un burro demócrata. No sé a vosotros, pero a mí me está dando un poco de “yuyu” el pensar que la Casa Blanca pueda estar tan llena de animales.
Fotos de : Donkeyhotey, Wikimedia Commons
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