Creo que he estado falseado la realidad.
Estados Unidos no es como lo muestro en este blog. Voy dando pinceladas por
aquí y por allá pero mis trazos no pintan el cuadro completo. He ido
escribiendo sobre pequeños pueblos con sus originales comercios, sobre aquellos
otros rodeados de bosques que parecen sacados de un cuento , sobre el espíritu
colonial que se respira en el de más allá o sobre la influencia del viejo Sur
en las casas de tal ciudad. Pero estos lugares que muestro no son más que la guinda
del pastel y los tres pisos de bizcocho que están debajo de la lucida fruta… me
los he comido yo.
Llegar a “las guindas” requiere en la
mayoría de las ocasiones recorrer cientos de millas sin que haya nada digno de
destacar, cucharadas y cucharadas de un pastel insípido que, sin ser indigesto,
acaba aburriendo a muchos (especialmente a mis pobres hijos que se han tragado
miles de kilómetros entreteniéndose como podían con sus dispositivos
electrónicos). Un viaje por carretera en este país, el mítico “road trip”, no es para los impacientes;
requiere muchas horas al volante para cumplir las distintas etapas e implica
cruzar incontables poblaciones anodinas cortadas por el mismo patrón: una débil
luz en el cruce principal; una única calle con unos cuantos comercios, un
supermercado, una gasolinera con su insulsa tienda de artículos básicos, la
oficina de correos y unas cuantas iglesias de diferentes credos salpicadas por
los alrededores.


Las pepitas de oro son siempre algo
extraordinario. Tal vez el auténtico Estados Unidos sea ese camino que
recorremos en la eterna búsqueda de la sorpresa cada vez más improbable. Pero
yo empiezo a darme cuenta de que voy encontrando satisfacción en la
serena conducción por autopistas inacabables que nos van acercando (o no) a una
guinda rojo carmesí. Y cuando, de repente, me encuentro por casualidad con la
pepita-guinda, me quedo tan “puesta” que no me queda otra opción que contarlo aquí.
Mientras tanto como y como bizcocho. Y luego me extraño de que en Estados Unidos
haya engordado.
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