Estábamos en Savannah, Georgia, una de las 13 colonias originales de Estados Unidos y una de las ciudades más bonitas del viejo Sur. Habíamos pasado la noche en el centro histórico, el corazón de esta pequeña localidad característica por su trazado de cuadrícula, sus numerosas plazas y sus magníficas casas antebellum, a cada cual más espectacular. Habíamos bromeado con el Spanish moss, esa planta que, a pesar de su nombre, ni es musgo ni es habitual en España y que cuelga de la mayoría de los árboles de la ciudad. Los chicos se habían hecho la consabida foto en el parque Chippewa, en el lugar donde Forrest Gump esperaba sentado en un banco y decía “la vida es como una caja de bombones; nunca sabes lo que te va a tocar”.
Eran las once de la mañana de un precioso domingo soleado y decidí entrar un momento a un supermercado a comprar agua. Estaba muy bien surtido y mejor puesto. Había una isleta con platos preparados y bebidas locales. Como no soy capaz de salir de un súper con una sola cosa y como a Gabriel le gusta mucho probar las cervezas de los lugares que visitamos, cogí un par de IPAs elaboradas en la misma Savannah y me dirigí a la caja imaginando su alegría al verlas. Según me aproximaba a la cajera, ésta empezó a decir: “No, no no…”. Estaba cobrándoles a dos señoras, pero me miraba a mí. “Hasta las doce treinta y uno, no. No, no, no”, añadió. Al ver mi cara atónita las clientas señalaron las latas de cerveza. “Es domingo”, dijeron. “No se puede vender alcohol hasta después de las 12:30”. Me quedé puesta.
Ochenta y cinco años después de la Prohibition (la Ley Seca) en numerosas zonas de Estados Unidos todavía restringen cuándo y dónde los adultos pueden comprar alcohol. Y especifico los adultos porque en todo el país has de tener más de 21 años para poder comprar o consumir bebidas alcohólicas y, aunque peines canas, en muchos sitios te siguen pidiendo un documento que acredite tu edad antes de dispensarlo. En el condado donde yo vivo en Maryland, por ejemplo, los supermercados no venden bebidas alcohólicas de ningún tipo y hay que ir a tiendas de licores especializadas, aunque sí abren los domingos. En Indiana no se puede comprar alcohol de ningún tipo los domingos y numerosos Estados permiten la venta de vino y cerveza en ese día, pero no de destilados. En Kentucky y Carolina del Sur no hay local alguno que venda alcohol en Election´s Day (el día de las elecciones), ni siquiera un bar o restaurante, lo que dificulta considerablemente brindar por el ganador o ahogar las penas ante los resultados.
En Utah, si quieres pedir una bebida alcohólica en algún establecimiento, tienes que ordenar obligatoriamente algún tipo de comida, lo que sea, aunque se trate de algo mínimo para compartir. Además, tanto en este Estado como en Pennsylvania solo puedes comprar alcohol en tiendas estatales porque el gobierno tiene el monopolio de la venta al por mayor y al por menor. En Utah no sorprende tanto ya que la mayoría de sus habitantes son mormones y su religión prohíbe el consumo de alcohol (ver entrada De ángeles y mormones). Pero, ¿en Pennsylvania?
Todas estas restricciones no parecen ser sino reminiscencias de la Ley Seca, que estuvo en vigor en los años 20, y de las llamadas Blue Laws, que buscaban mantener los domingos como día sagrado. Hoy en día los Estados o los gobiernos locales ya no pueden argüir motivos religiosos para prohibir la venta de alcohol en el séptimo día por lo que las restricciones tienen que basarse en otros argumentos como la salud pública, la seguridad o la reducción de un consumo excesivo de alcohol y de sus efectos negativos. Pero que, en un país como éste, que facilita que se venda de todo, incluso armas de fuego, sigan existiendo estas limitaciones con respecto al alcohol me deja puesta. Es más, que con 18 años puedas comprarte una pistola en Estados Unidos pero que tengas que esperar a cumplir 21 para tomarte o comprar una cerveza, no deja de resultarme alucinante.
La Ley Seca fue un capítulo relativamente corto en la historia de Estados Unidos. Duró 13 años, desde 1920 a 1933, pero sirvió de inspiración para numerosas películas que recreaban aquella época de tráfico de bebidas, gánsteres y jazz, y, de una manera o de otra, la estela de esa prohibición permanece hoy en día.
Post-post:
"La vida es como una caja de bombones" |
La hermosa Savannah ha servido de escenario para numerosas películas. Seguro que habéis visto alguna:
- The Longest Yard (1974): la primera versión protagonizada por Burt Reynolds fue parcialmente rodada en Savannah, resultó nominada para un Oscar y ganó un Globo de Oro.
- Glory (1989): Mathew Broderick, Denzel Washington y Morgan Freeman son tres de las estrellas que actúan en esta película ganadora de 3 Oscars.
- Forrest Gump (1994): una de mis favoritas. Cuanto más la veo más me gusta. Ganó seis Oscars en su momento. El banco donde estaba sentado Forrest Gump con la caja de bombones, nunca estuvo en el parque Chippawa. Fue creado ex profeso para la película y se puede ver en el Museo de Historia de la Ciudad.
- Now and Then (1995): muchas de las plazas, de la cuadrícula de la ciudad y el cementerio Bonaventure aparecen en esta película rodada mayoritariamente en Savannah. Jovencísimas Christina Ricci, Melanie Griffith, Demi Moore, Lolita Davidovich…
- Something to Talk About (1995): ¿recordáis la escena en la que Julia Roberts discute con su marido Dennis Quaid? Transcurre en la calle Bull.
- Midnight in the Garden of Good and Evil (1997): dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Kevin Spacey y John Cusack se ha convertido en un símbolo de esta ciudad. Esta película y la novela que la inspiró, de John Berendt, atraen a montones de visitantes.
- The Conspirator (2010): dirigida por Robert Redford, esta película histórica fue enteramente rodada en Savannah aunque se nos hace creer que es el Washington del año 1865, cuando asesinaron al presidente Lincoln.
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