Esta noche es Halloween y nosotros ya lo
tenemos todo listo desde hace tiempo. El año pasado compramos un esqueleto
maravilloso de 1,90 metros de altura al que bautizamos como Mr Bones y lo
colgamos de uno de los árboles del jardín delantero. Pero estaba un poco solo
así que este año hemos añadido un par de fantasmitas blancos y tres lápidas,
hemos sentado a Mr Bones entre ellas y está tan a gusto en su camposanto que
dudo mucho que nos deje meterlo mañana en una bolsa hasta el año viene.
Yo nunca había celebrado Halloween,
siempre me había negado a adoptar una festividad que consideraba invención de
los comerciantes para aumentar sus ganancias. Cuando vivíamos en México sí que
abracé entusiasmada el día de Muertos. Me cautivó desde el principio el
colorido de sus decoraciones, los altares de muertos tapizados de cempaxochitl
o flores amarillas y naranjas donde ponían las fotos de los seres queridos
rodeadas de sus comidas favoritas, su tequilita y hasta su cigarrito; me
fascinaba que se llenaran los cementerios día y noche y la gente se sentara a
comer sobre la tumba del familiar que había pasado al otro mundo y que hasta le
llevaran mariachis para alegrarle y mostrarle su cariño. Me parecía fantástico
que se celebrara la muerte como se celebra la vida, que ese día fuera una ocasión para acordarnos de los seres
queridos que ya no están con nosotros de una forma tan alegre y tan distinta de
la sobriedad y tristeza con la que yo siempre había vivido el día de Difuntos
en España. Hasta me hice con una pequeña colección de catrinas (de las que ya
sólo me queda una) que son esas calaveras vestidas como damas de la alta
sociedad cuyo aspecto macabro ha horrorizado a cuantos las han visto en mi casa
cuando ya no estábamos en México.![]() |
| La casa de los vecinos |
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