Hay una zona de la playa de San Lorenzo
de Gijón que todo el mundo conoce como “El Tostadero”. Se encuentra situada en
la parte donde El Muro, como allí llamamos al paseo marítimo, hace la curva,
nada más pasar la desembocadura del río Piles. Es una zona pequeñísima, con
mala playa, pero protegida de los vientos del Cantábrico y allí la temperatura
es sensiblemente más alta que en el resto de la playa. A mí, no me dejaban ir
allí a tomar el sol. Estaba lleno de “señoras” que se quitaban la parte de
arriba del bikini, que hacían “topless”. Esa curva estaba siempre a tope de
varones que se quedaban apalancados durante horas, con un pie apoyado en la
barandilla blanca, haciendo de mirones.
Cuando yo era pequeña, en la playa de
Gijón se veían mayoritariamente bañadores y algún que otro bikini, pero siempre
con las dos partes puestas . Sólo las más osadas se atrevían a ir al “Tostadero”
y quitarse disimuladamente la parte superior del bikini una vez tumbadas. Cada
verano, sin embargo, se iban relajando más esas costumbres hasta llegar a hoy
en día en que, sin llegar a alcanzar los niveles de nuestras playas
mediterráneas, nadie se asombra de ver un “topless” en cualquier parte de la
playa de Gijón.
Yo solamente he visto tal “naturalidad”
en las playas españolas. Es cierto que los países del Golfo Pérsico en los que
he vivido no son los ejemplos ideales para hablar de playas y bañadores. Allí
apenas te quitas la ropa en una playa pública empiezan a salir de donde menos
te lo esperas “observadores” con intenciones no muy distintas a las de los del
“Tostadero” de Gijón (aunque estos visten “dishdasa” blanca en vez de camisa de
cuadros) lo que hace que se te quiten inmediatamente las ganas de bañarte o
tomar el sol. Pero he estado en las playas y piscinas privadas de Omán, Kuwait,
Dubai o Abu Dhabi , donde se lucen junto con el “burkini” los últimos modelos
de bañadores de las marcas más exclusivas, o en las playas más turísticas de
México, Cuba, Ecuador, República Dominicana... o en las de Sri Lanka o China,
por citar otro punto cardinal y nunca, jamás, he visto a mujeres en topless.
Y en Estados Unidos, tampoco. Es más,
este país tiene una doble moral clarísima en el tema del “topless”. Escotes
descomunales, tangas minúsculos, pantalones mínimos y ajustados,
minifaldas-cinturón… eso no importa. Tampoco importa que la carne mostrada
pertenezca a alguien obeso o esquelético, con una diferencia sustancial en
superficie corporal expuesta. Pero enseñar los pezones en la playa es absolutamente
intolerable para muchos, especialmente si es en un sitio de vacaciones
familiares.
Ocean City es uno de los balnearios por
excelencia del Estado de Maryland, con millas y millas de playas de arena y
paseos de madera atiborrados de restaurantes, tiendas y hoteles. En el mes de
junio esta localidad se llena de estudiantes de último año de instituto en
viaje de fin de curso que pueden hacer las mayores barrabasadas (borracheras,
drogas, sexo fácil, fiestas de espuma, miss camiseta mojada, concursos de
levantarse la camiseta…). El restaurante de comida americana Hooters, cuya
característica principal es que la comida es servida por camareras de cuerpo
espectacular vestidas con el sugerente uniforme del local, está siempre
atiborrado. Sin embargo, en esta ciudad a orillas del Atlántico todavía se
recuerda cuando hace unos años tres turistas europeas se quedaron en topless en
la playa a la altura de la calle 11. Y para evitar que sucesos de este tipo
alejen al turismo familiar (al que le encanta las hamburguesas del Hooters) el Ayuntamiento
acaba de aprobar una ley que prohíbe la desnudez en lugares públicos y, aquí me
quedo puesta, da autoridad al vigilante de la playa para imponer una multa de
1.000 $ a quien infrinja la normativa. La medida ha sido aplaudida por los
veraneantes pero, la verdad, no creo que el Ayuntamiento se haga rico. En el
levante español seguro que nos forrábamos.
Post-post:
Hooters es uno de esos restaurantes que
salen en las películas americanas del subgénero de “desmadre” estudiantil y que
Gabriel reconoció nada más ver el cartel que lo anunciaba. Reconozco que yo no
tenía ni idea. Su logo es un búho. El
nombre juega con el sonido que hace este animal (“hoot”) y el término en argot
para designar los pechos femeninos que popularizó el actor Steve Martin en la
archiconocida comedia televisiva “Saturday Night Live”. Las camareras o “Hooter
girls” son la principal imagen de la compañía y tienen que ser jóvenes,
atractivas y sexis. Se comprometen a llevar el uniforme del restaurante: camiseta
escotada de tirantes con el logo del buhíto, pantalón corto naranja, calcetines
caídos blancos y deportivas blancas. Ha tenido constantes denuncias por
discriminación y sexismo pero ha alegado la “bona fide occupational
qualification” que permite ciertas excepciones en cuestiones que podrían violar
la ley de derechos civiles del trabajador si la naturaleza del negocio se viera
seriamente afectada por la no aplicación de esa discriminación. Y ahí sigue.
Foto Ocean City: Bill Price III
Foto Ocean City: Bill Price III
Ayyyy si es que la doble moral se estila mucho por esos lares.
ResponderEliminarDebías de hacer un hueco al echo de que en el resto del mundo hay y ha habido mujeres presidentas de un país y en USA, tan modernos Ellos, estaban alteradísimos con la posibilidad de tener una señora presidente.
Me da que en ciertos temas son un tanto puritanos pero más bien retrógrados y of course con doble moral, lo que no sabía es que en el resto del mundo tampoco se hace topless, curioso si señor.
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