lunes, 17 de octubre de 2016

Ana es "patrol"

A finales del curso pasado, mi hija pequeña (10 años) decidió que quería ser “school patrol”. Yo no es que tuviera mucha idea de en qué consistía (es más, ni siquiera sabía que se pronunciaba “patról”, con una “o” larga acentuada y no como una palabra llana al estilo de nuestro “Níssan Pátrol”) pero, viendo la seriedad y la ilusión que Ana le puso, no pude más que interesarme por el tema.

Los Safety Patrols son un grupo voluntario de colegiales que, en principio, asisten a los niños en los cruces de las calles en horario escolar, en las subidas y las bajadas del autobús del colegio, en los movimientos de alumnos dentro de las instalaciones y en otras tareas que se consideren adecuadas, siendo siempre un buen ejemplo para sus compañeros.

Este movimiento de voluntariado fue organizado en los años 20 por el Chicago Motor Club y posteriormente coordinado a nivel nacional por la American Automobile Association (AAA) con el objeto de dar seguridad a los niños en una sociedad en la que el número de automóviles iba creciendo exponencialmente. El objetivo era “dirigir niños, no tráfico” y paulatinamente se fue extendiendo por todo el país hasta el punto de que hoy en día unos 650.000 niños hacen tales tareas en 34.000 colegios americanos, convirtiéndose en el mayor programa de seguridad y tráfico a nivel mundial.

Al parecer únicamente pueden ser Patrols los  alumnos del último curso de primaria, que ya tienen la veteranía para el cargo y sólo tras cumplir con un procedimiento bien regulado. Primero tienen que escribir una carta al encargado de los Patrols del colegio explicando por qué piensan que pueden merecer el puesto, cuáles son los aspectos de su personalidad más adecuados para tales funciones, dando ejemplos de su vida cotidiana que demuestren su responsabilidad y ejemplaridad e indicando qué pueden aportar al equipo de Patrols. El comité escolar tarda un tiempo en leer las cartas e indicar, en una esperadísima reunión, cuáles son los elegidos. Y Ana lo fue (la verdad es que lo fueron la mayoría de los que se presentaron) para su gran alegría y satisfacción.

A partir de ese momento tuvo que empezar a aprenderse de memoria el Juramento del Patrol y ser la sombra hasta fin de curso de alguno de los que que dejarían de serlo por no estar ya en el colegio el curso siguiente. Durante ese tiempo, el escolar experimentado le hizo el trasvase de sus tareas y responsabilidades asegurándose de su aprendizaje y, tras comprobar que el Juramento estaba bien comprendido y memorizado, dio el visto bueno para su nombramiento.  Eso sí, hasta hace unos días no le hicieron entrega del famoso cinturón amarillo y el “badge” o chapa que acreditan a todo patrol oficial y que es lo que más le gusta, porque así su “autoridad y dignidad” es mayor.

Cinturón y chapa de los "patrols"
Aunque en el colegio de Ana no ayudan a los niños peatones porque no se considera lo suficientemente seguro para todos, cada mañana y cada tarde es la última en subir al autobús del colegio tras comprobar que no queda ningún niño, verifica que todos están sentados antes de arrancar, busca a los parvulitos que van en su ruta, llama la atención a los niños que bajan corriendo las escaleras, ayuda a los pequeños en las horas de comedor que tiene asignadas … y, así, un sinfín de actividades. Una de las más codiciadas por los niños y que a ella personalmente le encanta por el protagonismo que le da, es izar y arriar las banderas de Estados Unidos y de Maryland. Y como curiosidad, si en algún momento se le cae la primera al suelo la tiene que besar 50 veces, una por cada Estado de la Unión; si es la segunda, 1 vez.  


A mí esta manera que tienen los americanos de valorar el trabajo voluntario y la asistencia a los demás me deja puesta porque, además, consiguen desde edades muy tempranas que los niños lo hagan con orgullo provocado por la admiración y el respeto de sus compañeros. En mi colegio, desde luego, nadie hubiera querido asumir tales tareas y, si alguno lo hiciera, estoy segura de que le acabaríamos llamando “pelota”, “chivato” o algo peor. Posiblemente hoy en día en España los padres protestarían diciendo que se les están encargando a los niños tareas que no les competen. Aquí consideran que los niños son perfectamente capaces de realizarlas, se les dan responsabilidades, se les premia con admiración y el sistema público de enseñanza se ahorra un dinero que puede destinar a otras necesidades educativas.




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