lunes, 4 de septiembre de 2017

En otra onda

Se acabó el verano. Al menos en Washington. Y no porque haga frío, porque llueva o porque la gente haya consumido ya sus breves vacaciones. No. Si tradicionalmente las estaciones se han clasificado siguiendo los métodos astronómico, meteorológico, fenológico o el basado en la radiación solar, en Estados Unidos habría que añadir el método conmemorativo: aquí el verano empieza el último lunes de mayo con Memorial Day y termina el primer lunes de septiembre con Labor Day. O sea, hoy.

Pero como son tan organizados, tan previsores y tan trabajadores, en la práctica, el verano termina mucho antes. A primeros de agosto, cuando yo estaba en plena ola de calor en España, sudando la gota gorda y sin poder salir de la piscina más que lo estrictamente necesario, ya me empezaron a llegar correos electrónicos de los colegios de los niños con instrucciones apremiantes sobre cómo inscribirnos a tal o cual actividad escolar, cuál era la ruta de autobús que se nos había asignado, las sesiones informativas deportivas o académicas o las reuniones para las fechas próximas. Y conforme avanzaba el mes crecía el número de mensajes diarios. No miento si digo que en un solo día me llegaron más de diez. Un agobio.

Es más, las pruebas de selección para los clubes deportivos del High School empezaron el 8 de agosto, el campamento (voluntario pero recomendado) del equipo de Cheerleading tuvo lugar en la segunda semana de agosto, los entrenamientos empezaron en la tercera semana y el curso intensivo para los nuevos miembros de la banda musical escolar, la última semana. Y esto es solamente lo que nosotros nos perdimos. Me deja puesta el comprobar que para los americanos es inconcebible que en pleno mes de agosto tú puedas estar tranquilamente en la playa o tomándote la copa con los amigos en la plaza del pueblo a la fresca nocturna.

Sesión informativa en el Middle School
Así que cuando el jueves, en pleno jetlag y con las maletas todavía sin deshacer en casa, llevé a los niños a sus respectivos colegios a las siete de la mañana para sus presentaciones escolares no pude evitar sentir que me había pasado, que era una madre desorganizada y poco previsora y que no estaba transmitiendo a mis hijos los valores adecuados. ¡Y eso que han sido las vacaciones más cortas que he disfrutado en los últimos 15 años!

Sesión informativa en el High School
Con ese ánimo entré a las 7 y media de la mañana en el High School a la sesión informativa para padres de los nuevos alumnos, mientras Gabriel hacía lo propio en el Middle School de nuestra hija pequeña.  Era un café con el director en uno de los patios. Temperatura agradable. Una mesa con un par de termos gigantes, cupcakes y galletas seguida por las mesas de venta de las prendas con el logo del colegio y las de las distintas asociaciones de padres a las que inscribirte o dar tu contribución económica. Pronto empezaron los discursos; que hablara la presidenta de la asociación de padres y estudiantes me pareció normal; que le siguiera la presidenta de la fundación del colegio que recauda fondos para invertirlos en la educación de nuestros hijos, también; que continuara la que preside la asociación cultural de padres internacionales, seguía siendo lógico; que el director del colegio tomara la palabra para dar la bienvenida y asegurar a los padres que sus hijos no podían estar en un colegio mejor, era obvio. Pero, a partir de ahí, no pude más que quedarme puesta: hablaron la presidenta de la asociación para ayudar a controlar el estrés escolar en alumnos y padres, la directora del departamento de consejeros, el director de las rutas de los autobuses amarillos, la directora de contabilidad, el encargado de la plataforma de comunicación entre colegio y familias… Y cuando la jefe de seguridad del colegio, con su uniforme, su manojo de llaves maestras y su walkie-talkie al cinto tomó la palabra para asegurarnos que nuestros hijos estarían seguros en el colegio y que tuviéramos la certeza de que los cuidaría y vigilaría como si fueran sus propios hijos, mi grado de asombro era ya mayúsculo.

Cuando a las 8.30 de la mañana conducía de vuelta a casa tuve la convicción de que, efectivamente, la estación se había terminado. El día anterior había dejado España en pleno veraneo con las playas llenas, las terrazas abarrotadas y las carreteras sin nada que hiciera sospechar la “operación retorno”. Aquí, antes incluso del Labor Day, ya no quedaba nada del estío, porque las vacaciones son un estado de ánimo colectivo y en estas latitudes hace ya semanas que todo el mundo está en otra onda.

1 comentario:

  1. Pues estarán muy organizados, pero no saben disfrutar nada bien oye, que la vida son dos días jeeee. Y ahora.. aterriza como puedas! ;)

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