lunes, 2 de diciembre de 2019

Bread and Butter

Se llaman Bread y Butter (Pan y Mantequilla) y no obstante su nombre y su naturaleza no han acabado en el estómago de nadie. Son los pavos que este año han protagonizado la ceremonia del Perdón Presidencial de la Casa Blanca, una tradición cada año más popular en este país siempre listo para adoptar historias en las que estén involucrados animalitos. Es algo que sabe bien Donald Trump que, a pesar de ser el primer presidente norteamericano en 130 años que no tiene perro, no ha dudado en recibir con todos los honores a Conan, el último héroe canino del ejército por su apoyo en la lucha contra el “Estado Islámico”. Y que, a pesar de haber hecho caso omiso a muchas de las tradiciones presidenciales, no ha dudado en conceder el perdón presidencial, con más pompa y circunstancia que nunca, a las dos aves que cada año recibe la Casa Blanca como regalo de la Federación Nacional de Pavos de Estados Unidos.


Los presidentes de Estados Unidos han recibido tradicionalmente pavos vivos como regalo por Acción de Gracias. Un criador de pavos procedente de Rhode Island les regaló uno desde 1873 hasta el momento de su muerte en 1913, y en 1947, con Truman, empezó la ceremonia oficial de entrega de estos animales. Algunos presidentes, como Eisenhower en sus dos mandatos, se comieron todos los que recibieron; Kennedy salvó a uno de las cazuelas pocos días antes de ser asesinado; Nixon también perdonó la vida de unos cuantos y Carter rechazó todos los que le regalaron. Aunque Reagan los enviaba a zoológicos o granjas tras recibirlos, en 1987, en su último año al frente de la Casa Blanca, decidió conceder un indulto al animal haciendo analogías con un suceso político de la época. Al año siguiente Bush instituyó el indulto presidencial como una parte misma del acto de recepción del pavo. Desde entonces, al menos uno de los pavos que recibe el presidente de los Estados Unidos es oficialmente indultado y trasladado a una granja donde puede vivir tranquilamente los años que le queden.

Los pavos que se regalan a la Casa Blanca son criados en una granja de la misma manera que los que van a parar a los supermercados, con una dieta rica en grano fortificado y en maíz y soja para que engorden en abundancia. Sin embargo, suelen tener 21 semanas, tres semanas más que sus congéneres, y unas cuantas libras más de peso, llevando la aguja de la báscula hasta las 45 libras más o menos, unos 20 kilos. Además, se selecciona previamente a unos cuantos y se les somete a una especie de curso de aclimatación a los ruidos del público y a los flashes de las fotografías. Los dos que mejor se desempeñen en estas lides serán bautizados por el personal de la Casa Blanca con nombres propuestos por escolares del Estado en el que fueron criados (Virginia, en los últimos años) y trasladados a un hotel de lujo en Washington, pagado por la Federación Nacional del Pavo, hasta el momento de la ceremonia.

Este año Trump elogió profusamente “al bello amigo con plumas, el noble pavo” que le pusieron delante. “Te deseo mucha suerte”, le dijo a Butter, que había sido situado en una plataforma para que el presidente pudiera inclinarse solemnemente ante él y decirle “Por la presente te concedo un indulto íntegro y completo”. Butter correrá mejor suerte que los 240 millones de pavos que cada año se sacrifican de media en Estados Unidos para el consumo humano, aunque su indulto no le garantice una vida tan larga y plena como sería de esperar. Porque la cría de esta variedad de pavos prioriza su peso sobre su esperanza de vida, lo que les hace propensos a problemas cardiacos, respiratorios o de estructura ósea asociados con la obesidad.

En condiciones normales estos pavos morirían antes de doce meses tras el indulto, pero durante los últimos años hay expertos del Virginia Tech College de Agricultura, una de las universidades más prestigiosas del Estado, que se encargan de que aguanten dos o tres años más en su retiro de luxe. Allí pasan el invierno cuidadosamente alimentados en un recinto con calefacción y lechos frescos, y el resto del año pueden salir a pasear libremente por el exterior y recibir las visitas de sus numerosos admiradores. Mucho me temo que yo no estaré entre ellos. Se me ocurren otros planes más divertidos. Tal vez ir a ver a Phil, la marmota que predice cuándo llegará el buen tiempo (ver post El día de la marmota) en Punxsutawney, Pennsylvania. Porque al menos ella es inmortal en virtud del ponche mágico que le dan a beber cada año y eso no deja de ser un milagro (si te lo quieres creer).

Post-post: 

Si queréis ver la ceremonia del indulto y admirar al “bello amigo emplumado” podéis pinchar aquí. Tal vez os dé por releer “Rebelión en la granja”, de George Orwell, esa novela satírica de 1945 en la que los animales de una granja se rebelaban contra el totalitarismo de los humanos y creaban un sistema de gobierno igual de tiránico. Al menos así lo hizo el escritor de novelas de horror Stephen King que, en un tweet del año pasado que se ha vuelto viral, ilustró con una cita de esa novela su visión de Trump y Putin: “Las criaturas de fuera miraban de cerdo a humano, y de hombre a cerdo, y de cerdo a hombre de nuevo; pero ya era imposible decir cuál era cuál”.


Fotos: Pavo The White House. En las otras imágenes, "No copyright infringement is intended."

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