lunes, 13 de febrero de 2017

El elefante en la cacharrería

El otro día alguien dijo en España que Trump había entrado (se entiende que en la Presidencia de EEUU) “como un elefante en una cacharrería”. “¿Y cómo se supone que ha de entrar, si es un republicano?” me dije, avergonzándome casi inmediatamente de la simpleza de mi ocurrencia.  Viviendo en EEUU no tiene ningún mérito saber que el elefante es el símbolo del Partido Republicano. Pero, francamente, yo no sabía por qué habían escogido al paquidermo como símbolo de esa tendencia política, así que, en uno de esos ratos muertos que antes destinaba a leer y ahora a perder el tiempo en internet, me puse a investigar.

Había una vez un niño alemán que se llamaba Thomas Nast. Su padre tocaba el trombón en una banda militar y tras significarse políticamente contra el gobierno bávaro, decidió enrolarse en un barco de guerra francés y luego en uno norteamericano. Mandó a su mujer y a sus hijos a EEUU para reunirse con ellos al cabo de  cuatro años, cuando terminara su misión y así fue como con 6 años de edad, desembarcó Tomasito en la ciudad de Nueva York, en 1846.

El Tío Sam y su creador
En el colegio no sacaba muy buenas notas, pero dibujaba muy bien y a los 16 años ya estaba trabajando en una revista. Los dibujos que publicó como enviado especial a Inglaterra y a la Italia de Garibaldi hicieron volar la imaginación de los lectores americanos y, posteriormente, durante la Guerra Civil Americana, su forma de reflejar los campos de batalla y los estados sureños lo convirtieron en un personaje muy conocido.

El caso es que jugó un papel muy activo en la política de la joven nación americana influyendo en las elecciones de Lincoln, Grant, Cleveland, Harrisson… hasta el punto que el presidente Roosevelt le premiaría con el puesto de Cónsul de EEUU en Guayaquil, Ecuador, donde acabaría muriendo de fiebre amarilla.

Pues bien, a finales de 1820 el Partido Demócrata adoptó un burro como símbolo electoral. Andrew Jackson, el candidato presidencial, tenía fama de poco listo y tozudo y, como su nombre sonaba similar a “jackass” (burro), le empezaron a llamar de esa manera. El político decidió sacar ventaja de la maledicencia destacando la nobleza, la perseverancia, la modestia y la capacidad de trabajo del animal. El hecho de que Thomas Nast representara en sus viñetas políticas al Partido Demócrata con un pollino contribuyó a que fuera definitivamente adoptado como mascota.

Jackson es el que sale en los billetes de 20$
Jackson fue una figura muy polémica en su época. El séptimo presidente de los EEUU era extremadamente controvertido, combativo, temperamental, impredecible, presuntuoso y amigo del autobombo. Pero se decía de él que era la voz del “hombre común” contra la elite política de las ricas ciudades costeras, el “outsider” que se enfrenta al poder establecido impulsado por las masas desfavorecidas. ¿Os recuerda a alguien? Pues ese alguien lo considera tan inspirador que ha mandado colgar un retrato de Jackson en su despacho oficial.

En fin, Nast quiso hacer posteriormente una réplica para el partido rival y plasmó la derrota de los republicanos en 1877 como un elefante sometido por el burro demócrata. El elefante simbolizaba un animal inteligente pero dócil y fácil de dominar. Pese a las connotaciones negativas, a los republicanos les gustó la analogía. Así que ya tenemos al elefante de la cacharrería.

Nast es considerado el padre de la caricatura política norteamericana pero también es el creador, entre otras, de las imágenes del Tío Sam o del mismo Santa Claus tal como los identificamos hoy en día y que el mundo entero asocia con los Estados Unidos de América. Y he aquí cómo un inmigrante alemán, haciendo uso de la libertad de expresión y de prensa recogidas claramente en la Primera Enmienda de la Constitución de los EEUU, fue el creador de los símbolos americanos por excelencia.

Thomas Nast es uno más de los muchos que, venidos de todos los lugares del mundo, han ayudado a conformar la identidad estadounidense o a hacer prosperar su economía. Por eso no me extraña que la sociedad civil se revele ante el aislacionismo que pretende implantar el nuevo ocupante del Despacho Oval, un elefante republicano que ha colocado junto a su escritorio el retrato de un burro demócrata. No sé a vosotros, pero a mí me está dando un poco de “yuyu” el pensar que la Casa Blanca pueda estar tan llena de animales.

Fotos de : DonkeyhoteyWikimedia Commons

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