lunes, 21 de mayo de 2018

Drugstores

En Gijón, cuando yo era pequeña y queríamos comprar algo fuera del horario comercial habitual íbamos al drugstore (lo pronunciábamos “dragstor”). Jamás me planteé que esa palabreja pudiera tener significado alguno. Sonaba a inglés, es verdad, pero si me hubieran dicho que en realidad quería decir farmacia habría pensado que me querían vacilar. Allí comprábamos comida, regalos, libros o nos tomábamos algo. Su mayor ventaja era que abría hasta las 2 de la mañana, los sábados por la tarde y los domingos y eso era todo un lujo en aquel momento.

Pero cuando vine a Estados Unidos me di cuenta de que las drugstores de este país se parecen muy poco a nuestro concepto de farmacia y se acercan un poco más a aquella galería de mi infancia. Las cadenas Walgreens, CVS o Rite Aid a las que yo suelo ir cuando tengo que comprar algún medicamento son una especie de supermercados enormes donde encuentras infinidad de anaqueles atiborrados de medicinas para las que no necesitas receta médica, una sección atendida por dependientes para medicinas con receta y montones de pasillos con todo tipo de artículos de belleza o de regalo, secciones de comida, revistas, laboratorio de fotografía, venta de tabaco…

Prácticamente todos los supermercados de este país venden medicinas que pagas en la caja junto con la leche y la carne. Pero si lo que tienes es una receta médica, la cosa cambia y comprar tu medicamento es el mayor de los rollos. En primer lugar, los dependientes son lentos, muy lentos; en segundo lugar, tienes que dar todo tipo de información personal respondiendo a una serie de preguntas interminables; en tercer lugar no te la despachan inmediatamente sino que te dicen que vuelvas en un cierto tiempo a recoger tu pedido; en cuarto lugar, no tienen ni idea de lo que te están vendiendo y su único interés es cumplir un protocolo de ventas que les evite unos posibles problemas legales y, por último, si no tienes seguro, los precios son alucinantemente abusivos. Lo único bueno es que te venden las cantidad de medicina exacta que necesitas para tu tratamiento, ni una píldora más ni una menos.

Pero todo esto lleva a situaciones absurdas. No intentes comprar suero fisiológico porque no entra dentro del listado de “medicamentos” sin receta; pasarás un calvario y no lograrás convencer al dependiente de que lo necesitas para limpiar los ojos de un niño o para descongestionarle las fosas nasales si está acatarrado. Es más, te empezará a hacer preguntas cada vez más específicas sobre cómo lo utilizas en tu hijo y llegarás a temer que te denuncie  a los servicios sociales y te acaben quitando la custodia del niño.

En ningún país del mundo he visto en televisión mayor cantidad de anuncios de medicamentos, de nombres impronunciables y para enfermedades que no había oído nombrar en mi vida. Basta conectar la CNN, esperar a un intermedio y se podrá comprobar lo que digo. Una auténtica incitación al consumo de medicamentos en un país que sufre una verdadera epidemia de heroína y opiáceos consecuencia de la adicción a los analgésicos.

Todo empieza con un dolor de espalda, de muelas o algo similar. El paciente va al médico y le receta un opiáceo, lo más potente para evitar el dolor. Al enfermo le gusta, se engancha, pide más y el médico, para no perder un cliente, se lo sigue recetando. Hay estudios que demuestran que una tercera parte de las personas que consumen opiáceos durante un mes se engancha. Cuando el médico les cierra el grifo de las recetas acuden al mercado negro a conseguir heroína. Esto ha provocado que cada día mueran en este país 91 personas por sobredosis, generalmente jóvenes, blancos, de bajo nivel cultural, pocos recursos y procedentes de los Estados más pobres del país, como Virginia Occidental, Tennessee o Alabama aunque, también más al norte, nuestro querido Maryland ha declarado recientemente el estado de emergencia para lidiar con este problema. Auténticos drogadictos generados por los servicios sanitarios del país a los que los médicos no saben hacer frente. Drogadicción de Estado. Se dice pronto.

Y que a una española le deje puesta esto tiene especial delito porque España, lamentablemente, es el segundo país que más medicamentos consume del mundo, por encima incluso de Estados Unidos. También se dice pronto.

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Cristina, va por ti.
Foto viñeta: Flickr

2 comentarios:

  1. madre mía, no sabía que consumimos tantas medicinas, y quién va delante? que miedooo

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