lunes, 8 de octubre de 2018

Los niños del maíz

La chica corre desesperada. Abandona el camino de la granja y se adentra en el maizal. Con las manos aparta como puede las hojas de las plantas, que le arañan la cara. Las motas de polvo brillan a la luz de un sol inmisericorde. Ya no puede más. Se agacha y se esconde cobijándose en la densidad de la plantación. Trata de contener la respiración entrecortada y escucha. Se están acercando.

Siempre que pienso en granjas americanas me viene a la mente una escena parecida y no puedo evitar que esos campos de maíz me resulten aterradores. He visto demasiadas películas, lo sé, pero también con los años me he vuelto mucho más miedica. Aquellos largometrajes de terror que con 15 años me entusiasmaban y no me dejaban apartarme de la pantalla hoy me resultan insoportables y al primer susto salgo huyendo como alma que lleva el diablo.

Así que con el estómago un poco encogido, las piernas algo blandas, el pulso un tanto acelerado y la respiración desacompasada, decidí tragarme mis miedos y acercarme a uno de esos maizales descomunales para realizar una de las actividades más emblemáticas del otoño en Estados Unidos: recorrer un “corn maze” o lo que para nosotros sería un laberinto de maíz.

Elegimos una granja que se precia del tener el corn maze más grande del Estado de Maryland. Su actividad principal es producir en sus 327 acres (unas 130 hectáreas) miles de balas de heno para alimentar a los caballos de la zona. Para diversificar y buscar otras formas de ingresos hace 18 años que los dueños decidieron inaugurar el primer laberinto de maíz de la zona. Un mapa te sirve de guía para recorrer el intrincado diseño de once kilómetros y medio y tienes que pasar por 18 puestos de control, lo que te permite hacer carreras o competiciones con tus amigos. Tan pendiente estaba del mapa y de que no nos ganaran los otros equipos que ni me acordé de mi supuesto trauma.

Los laberintos de maíz son una atracción turística muy popular. Para tener un laberinto listo para la temporada hay que elegir una variedad de maíz que permita tener plantas altas y robustas y ha de plantarse unas dos o tres semanas más tarde que el maíz para grano, es decir en la segunda quincena del mes de mayo. Elegir el tema es importante y para hacer los senderos se utilizan, según el presupuesto, motosierras, herbicidas o segadoras. Siempre hay que cortar la planta desde lo más profundo para evitar que rebrote. 

Suele ser tal la inmensidad del maizal que únicamente con una vista aérea o con un plano se puede apreciar la precisión de los complicados diseños. El que nosotros recorrimos tenía el lema de “We support you, KK!” (¡Te apoyamos, KK!) y es un homenaje a una niña de la comunidad que está librando una batalla contra el cáncer y para cuyo tratamiento se destina una parte de lo recaudado (11.000 dólares hasta el día de ayer).

El otro producto estrella del otoño son las calabazas y, por supuesto, esta es la ocasión propicia para subir a un tractor que te lleva al campo de cultivo en donde eliges las que más te gustan, las arrancas de la mata y las pagas al peso a la salida. Tienes entretenimiento asegurado mientras las vacías en tu casa, las perforas con temática de Halloween (ver entrada Trick or treat), las dejas en la puerta de tu vivienda hasta el 31 de octubre y el primer sábado después de la noche de disfraces haces el “pumpin chuckin”, que en nuestro vecindario consiste en tirar las calabazas ya pochas por la ladera y tratar de alcanzar el arroyo. Allí se las terminarán de comer los ciervos, los coyotes, los mapaches o las hormigas.  Solamente con las que nosotros compramos alimentaremos a un buen rebaño de animales.

Pero las actividades en estas granjas son múltiples: tirolinas, “ruedas de ratón” frenadas por balas de heno, tren de bidones de leche arrastrados por un tractor, toboganes de sacos de yute, escalada de balas de paja, tiro al lazo, dar de comer a los animales de la granja… etc. Diversión asegurada para grandes y pequeños cuyas edades se encuentran en los entretenimientos más sencillos. O en los más beligerantes, como los cañones de manzanas donde la rica fruta es el proyectil para hacer diana en unos bidones o unos coches situados en la distancia. El año pasado los cañones eran de calabazas. Una buena pieza de artillería. Estoy segura de que en una granja con ese tipo de armamento no habrá malvado que se atreva a perseguir a nadie. Al menos yo me sentí tranquila.

Post-post:
La película “Los niños del maíz”, basada en una novela de Stephen King  y rodada en 1984, explota las plantaciones de maíz para inspirar miedo. En un pueblo agrícola en Nebraska, un ser demoníaco incita a los jóvenes a matar a todos los adultos mediante unos rituales terribles para garantizar el éxito de la cosecha del maíz. Considerada como una película de culto dentro del cine de terror, su éxito comercial llevó a que se filmaran 6 secuelas y un remake. Yo no la vi en su momento y me moriré sin verla. Eso seguro.

Y si queréis saber un poco más de la granja a la que fuimos podéis pinchar aquí.

1 comentario:

  1. Recuerdo la peli "Los chicos del maíz" con terror todavía y hasta los campos de girasoles me dan miedo por esa película.

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