lunes, 12 de marzo de 2018

Yo sí escucho

Una noche, después de cenar en familia, pregunté a los niños qué estaban leyendo. Mientras mi hija pequeña, una lectora compulsiva de 12 años, nos empezó a contar las historias de los 3 libros que estaba leyendo a la vez, su hermano intentaba colar la etiqueta del champú como material de lectura. La mayor disimulaba hablando del libro que tenía en la mesita de noche el cual, tras leer de un tirón los tres primeros capítulos, no había vuelto a abrir en las últimas dos semanas. “Me paso el día leyendo en el colegio”, se justificaba. “Y la noche viendo vídeos en el móvil”, respondimos a coro los demás.

Los tres se volvieron luego hacia mí para interrogarme sobre mis lecturas y cuando les empecé a hablar de mi novela saltaron como resortes con un tono tan triunfal como acusador: “¡pero no la estás leyendo, la estás escuchando y eso no vale!”. Y es cierto que no estaba propiamente leyendo ese libro, es más, ni siquiera es un libro sino un archivo de audio, pero eso de que no valía, ya no lo tengo tan claro.

Procuro salir a caminar todas las mañanas. En Estados Unidos, viviendo en los suburbios, ya sea porque todo queda lejos o porque tienes aparcamiento garantizado, terminas por ir en coche a todas partes. Hay que incorporar, pues, un poco de ejercicio a la rutina diaria. Pero debo de ser una persona aburridísima porque una hora diaria sola conmigo, sin otra distracción que mis pensamientos, repasando historias que ya me sé o dándole la vuelta a ideas no tan genialmente maravillosas, me estaba hartando. Empezaba a darme esquinazo a mí misma,  como si fuera esa amiga que conoces de siempre, que sabe todo de tu vida, a la que quieres mucho pero que no soportas que te llame todos los días para opinar sobre tu vida. ¡Qué pesada!

Así que, un buen día, decidí no quedar conmigo, me disculpé con mi fuero interno y a la hora del paseo cambié a mi querida amiga plasta por un audiolibro. ¡Qué bien lo pasamos! ¡Cuántas cosas nuevas y divertidas me contó! Me habló de unos sitios y de una gente totalmente desconocidos, me contó detalladamente las intimidades de sus conocidos y, sin embargo, no se le veía intención de cotillear, ni siquiera al emitir juicios de valor sobre los comportamientos de esa gente. No escondía malas intenciones y además, hablaba tan bien, sabía articular tan adecuadamente sus historias, que captó toda mi atención. El rato que caminamos juntos se me pasó volando y decidí quedar con él todos los días. Cuando tras un par de semanas de estrecha relación al final se despidió, me hice amiga de otro audiolibro. Luego de otro y así hasta el día de hoy.

Pero, al tema. Esos audiolibros, ¿cuentan cómo lectura? ¿Marca alguna diferencia el sentido por el que sus palabras llegan a mi cerebro? ¿Tiene más valor el deslizar los ojos por las líneas de una página que el concentrar la atención en unos sonidos articulados? Es cierto que la ortografía se aprende leyendo y que, aunque no se conozca la norma precisa, el leer mucho permite saber si una palabra está bien o mal escrita al verla o al escribirla, por ello insisto en que mis hijos lean a diario. Pero, cuando ya se dominan las reglas ortográficas, ¿es tan importante el modo de “consumir” un libro?

El Pew Research Center, un centro de análisis estadístico que tiene sede en Washington y que da información sobre problemáticas y tendencias en Estados Unidos y en el mundo, acaba de publicar que el consumo de audiolibros ha crecido significativamente en el último año mientras que la lectura en los formatos de libro impreso y libro electrónico se han mantenido estables. Para mis hijos no puntúa igual leer un libro que escuchar un libro, pero les hablé de este estudio del Pew y les hice que ver su madre estaba a la última y eso sí, creo, me hizo ganar puntos.

4 comentarios:

  1. Nunca he escuchado un audiolibro, yo sigo con la vieja usanza del libro de papel de siempre aunque tengo un ebook sin estrenar desde hace un par de años creo, ainsss que antitecnológica soy, me gustaría probar pero es que ni siquiera se cómo conseguirlo, pero estaría genial para cuando salgo a caminar, qué tengo que hacer para que llegue a mi móvil?? donde se descarga?

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    1. Las aplicaciones Audiobooks, si estás en el sistema IOS, o Audible, en cualquiera, van muy bien. No son baratos pero hay programas de suscripción que te permiten abaratar y cambiar el libro si no te gusta. Imagino que hay que añadir los costes de los narradores que son, generalmente, muy buenos. A mí no me gustan con efectos especiales de audio, prefiero simplemente la voz. Y como desde siempre me han gustado los novelones largos, aquellos con los que te encariñas con los personajes, suelo tener unas buenas 10 horas de escucha garantizada. Además, sólo los utilizo cuando salgo a caminar para que, si me da pereza hacer ejercicio, se estimule el saber qué pasa en el libro. Para mí han sido todo un descubrimiento.

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    2. Gracias, estuve investigando este fin de semana y mi hermana me dice que en el apple store hay algunos para descargar gratis, ya veremos qué consigo, jeee. Muchas gracias por compartirlo, besote.

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